HOMILÍA IV
DOMINGO DE PASCUA CICLO B 20240421
A nadie le gusta
ser un borrego. Pero si nos fijamos somos más borregos de lo que creemos. Todos
debemos tener una red social, vestirnos de un modo casi igual, porque si no, no
estás a la moda. Comemos lo que nos dicen, vestimos como nos enseñan, hablamos
como oímos hablar, por eslogan. Parece que todos tenemos que hacer lo que los
demás hacen. Y luego están los influencers, esos que arrasan en el tiktok o en
el Instagram, que nos dicen qué comprar o cómo comportarnos. Pero si le preguntáramos
a un influencer: ¿Oye tu darías la vida
por mí? ¿Tú me aceptarías siempre como yo soy? ¿Me conoces siquiera un poquito?
Tendríamos tres No por respuesta. Porque solo les preocupa el número de sus
seguidores, no la verdadera felicidad de sus seguidores.
Por eso es
importante que en este cuarto domingo de Pascua descubramos, como nos dice San
Pedro, que solo Jesús en verdad puede darnos la felicidad, que no solo nos
enseña cómo podemos ser mejores y cómo podemos actuar de mejor modo, sino que
nos dice las tres razones por las que él es nuestro Buen Pastor: que el buen
pastor da la vida por sus ovejas, que el buen pastor, conoce a los suyos, así
como el Padre le conoce a él y él conoce al Padre y que tiene además otras
ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas. Son
las tres leyes del buen pastor: dar la vida por nosotros, conocernos de corazón
y buscar a todas las ovejas, aunque no sean de su rebaño.
Jesús ha dado su
vida por nosotros, la vida temporal, que le fue arrebatada por la pasión y la
cruz, para darnos su vida nueva, la que él tiene por su resurrección, la vida
divina, la vida del amor que nunca falla, la vida que llena al ser humano de
felicidad, esa vida que recibimos nosotros por medio de los sacramentos. En
este sentido es valiosa esta reflexión del Papa Benedicto: «El buen pastor
da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11). Jesús insiste en esta característica
esencial del verdadero pastor que es él mismo: «dar la propia vida». Lo repite
tres veces, y al final concluye diciendo: «Por esto me ama el Padre, porque yo
entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la
entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla:
este mandato he recibido de mi Padre» (Jn 10, 17-18). Este es claramente el
rasgo calificador del pastor: el ofrecimiento de la vida.
En segundo
lugar, Él nos conoce de verdad, sabe lo que somos, sabe cómo somos. Sabe lo
bueno que tenemos y lo no tan bueno que tenemos. Pero no nos conoce como quien
se sabe una biografía. Él nos conoce como lo conoce su padre, y su padre lo
conoce desde el amor. No es igual conocer a alguien fríamente o conocerlo desde
la perspectiva del amor. Cuando alguien ha recibido un premio, si no lo
conocemos, prácticamente nos da igual. Pero si se trata de alguien cercano a
nuestro corazón, nos llenamos de alegría. Como reflexiona el Papa Francisco: «Mirad
qué amor nos ha tenido el Padre...» (1 Jn 3, 1). Es verdaderamente un amor
sorprendente y misterioso, porque donándonos a Jesús como Pastor que da la vida
por nosotros, el Padre nos ha dado lo más grande y precioso que nos podía
donar. Así es Jesús. Nos conoce desde el corazón y por eso es tan cercano y
es tan misericordioso y sabe qué es lo que nos conviene en cada momento.
Y, en tercer
lugar, el buen pastor busca a los que están lejos. No descarta a ninguno.
Nosotros, como seres humanos limitados, a veces descartamos a algunas personas.
A veces es un amigo, con el que ya no podemos más o un familiar a quien ya no aguantamos
tener cerca. Pero a veces también descartamos a quien no nos gusta, por
egoísmo, por pereza, o por otros mil motivos. El buen pastor no descarta a
nadie. Cada uno de nosotros debe saber que nunca
seremos descartados. Aunque a veces estemos lejos del buen pastor, aunque a
veces nos equivoquemos muy gravemente, aunque a veces sintamos que no tenemos
remedio, el buen pastor nunca nos va a descartar.
De todo esto podríamos
sacar una lección importante: también nosotros somos pastores en la vida, pero
lo tenemos que ser al modo que Cristo nos propone. ¿Somos buenos
pastores? Cumplimos las reglas del buen pastor, la regla de no descartar a
nadie, la regla de esforzarnos por conocer a los demás desde el corazón y la
regla de dar siempre lo mejor de nosotros a los demás.
Hoy también es
el domingo de oración por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
Necesitamos hombres y mujeres que entregan su vida para que los demás sean
felices. Hoy hemos de orar para que haya muchos chicos
y chicas que oigan la llamada y tengan la generosidad de decir: Jesús
cuenta conmigo. En este domingo del buen pastor, pidamos por las vocaciones,
para que el señor nos dé buenos pastores. Que este domingo al descubrir lo que
Jesús ha hecho por nosotros, también nosotros descubramos nuestra vocación de
buenos pastores para con los demás.
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