sábado, 14 de octubre de 2023

¡¡¡VEN A SER FELIZ!!! (HOMILIA XXVIII DOMINGO T.ORD. A)


 

TORD XXVIII A 20231015

Jesús suele proponernos en el evangelio que veamos cómo está nuestro corazón. Y al mismo tiempo nos presenta cómo es su corazón. Hoy Dios nos invita a un banquete de bodas, una imagen muy frecuente en la Biblia. El banquete no es la comida y la bebida, es la felicidad que se comparte por el amor de dos personas que se entregan. Dios nos propone estar en sintonía con ese amor.
Podríamos decir que hay tres formas de no estar en sintonía, la de quien tiene otras prioridades, la de quien rechaza y la de quien es indiferente. En la parábola son los que tienen otras ocupaciones y los que matan a los enviados, como dice el evangelio: Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Finalmente está el invitado que no tiene el traje de bodas: Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin traje de fiesta? 
El tercer personaje es el modelo de la indiferencia, pues el invitado había hecho el feo al regalo del traje de fiesta que se hacía a los invitados en las bodas orientales en tiempo de Jesús. Llama la atención que Dios trate a la indiferencia al mismo nivel que el rechazo o la falta de aprecio. La gravedad de la indiferencia está en su oposición al cuidado, generosidad y entrega de Dios, como dice Isaías: el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. Además, Dios no es indiferente ante los sufrimientos de la vida humana, tocada por el dolor y la dificultad, como recuerda el salmo: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. Dios no se desentiende de lo que nos pasa, como si lo único que importase fuese la vida eterna. Dios nos acompaña en los gozos y en las tristezas, como dice el profeta: el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Dios nos acompaña siempre con su amor.
Dios nos ama y nos invita a amarlo a Él y a los hermanos, pero en nosotros está aceptarlo o rechazarlo. Dios siempre tendrá la mano tendida, el corazón abierto: Nadie debe sentirse excluido de la invitación del amor de Dios. Por eso, en la parábola Dios no excluye a nadie, ni a malos ni a buenos. Lo que importa es si aceptamos o no la invitación de Dios, fuente de la verdadera felicidad, que nosotros solos no podemos alcanzar, como dice San Pablo: Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza.
Cada uno es invitado a valorar lo que Dios nos ofrece, que es la felicidad que nace del amor. La capacidad de amar y ser amado es lo único que hace feliz al ser humano, como decía Juan Pablo II: El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente.
Tenemos que examinar nuestra actitud ante esta propuesta. Debemos examinar con sinceridad si somos capaces de dar prioridad a la dimensión del amor, si estamos dispuestos a rechazar lo que puede matar el amor en nuestro corazón y, sobre todo, rechazar al peor de los enemigos del amor y de nuestra felicidad, que es la indiferencia. Esta parábola nos plantea dar prioridad a lo que nos hace felices, que es nuestra capacidad de amar. Tomar otro camino es tomar el camino de los enemigos de la felicidad humana, como lo vemos en nuestro mundo, lleno del materialismo, el odio, la indiferencia.
Este domingo Dios nos invita al banquete de bodas, nos invita a la felicidad que nace del amor que se entrega con generosidad. La mayor felicidad es cuando una persona sabe amar y se sabe amada. Nosotros podemos dejar de lado esta invitación. Por eso tenemos que preguntarnos también si en nuestra relación con los demás, les invitamos a la felicidad o les invitamos al egoísmo y si nuestra relación con los demás los hace felices o los destruye. También podríamos hacernos una pregunta más: ¿nuestra relación con los demás intenta incluir a todos o los etiquetamos según nuestra conveniencia? Hoy la palabra de Dios nos llama a ser felices, y a que hagamos felices a los demás al estilo de Dios. Dios no nos obliga, nos invita y para que podamos ser felices nos da nos da el traje de fiesta, es decir nos ayuda para que todos seamos mejores, seamos buenos o si somos malos. Hoy, somos invitados también al banquete de bodas, solamente que en vez de ir nosotros, es Dios quien viene a nuestro corazón. Nos viene a entregar todo su amor, toda su misericordia y todo su afán para que seamos felices. Ojalá que le abramos de par en par las puertas de nuestro corazón.

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