domingo, 8 de octubre de 2023

UN AMOR COMO UNA PIEDRA (HOMILIA XXVII ORDINARIO CICLO A)

 

TORD XXVII A 20231008

 UN AMOR COMO UNA PIEDRA

Cuando pensamos en el amor, generalmente lo asociamos con suavidad y ternura. San Pablo afirmaba que el amor todo lo soporta. Por lo tanto, podríamos decir que el amor es como una piedra, pero no una piedra cualquiera, sino una piedra sobre la cual se construye la propia vida, una piedra angular. Jesús es esa piedra, aquel que nos ama incondicionalmente.

La palabra de Dios hoy nos muestra su amor en acción. Es un amor que entrega una viña exquisita y que, con infinita paciencia, se acerca una y otra vez a los seres humanos, llegando incluso a entregar a su propio hijo para demostrar la autenticidad de su amor.

Además, vemos el amor de Dios como una propuesta para que, en toda circunstancia, nos apoyemos en él, en la persona de Jesús. A pesar de haber sido rechazado por nuestros egoísmos y soberbias, Jesús se presenta una vez más como el cimiento desde el cual podemos edificar nuestras vidas.

El evangelio de los malos viñadores nos cuenta la historia de cómo los seres humanos no solo no han correspondido a los dones de Dios, sino que han sido injustos con él y han eliminado a aquellos que se han acercado para enseñarnos el camino del bien. Es la tentación de ser como Dios, decidir lo que es bueno o malo, lo verdadero o falso, lo que lleva al ser humano al desastre y la amargura de una vida sin sentido.

Sin embargo, el mal ejemplo de los viñadores homicidas se convierte en un fondo para algo maravilloso. Es como cuando, en la noche, vemos un espectáculo de fuegos artificiales que brillan más en la oscuridad. Cuanto más oscuro es el corazón humano, más brilla el amor de Dios. Cuando el corazón se contamina de avaricia, rencor, injusticia, egoísmo y maldad, aparece la luz maravillosa del perdón, de la justicia restablecida por su amor incondicional y de la victoria del bien.

Ser viñador es tener encomendada una viña, un plan de Dios en nuestra vida. La viña puede ser nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra personalidad o los dones recibidos. La viña es donde debemos hacer el bien en las circunstancias o con las personas que se nos presentan. Jesús nos dice que los líderes de Israel no cuidaron que el pueblo estuviera cerca de Dios y solo se preocuparon por sus egoísmos y conveniencias. Eso puede suceder cuando un esposo no cuida la viña de su matrimonio, cuando un amigo no cuida la viña de su mejor amigo, cuando un jefe no cuida la justicia con sus empleados, etc. Cada uno de nosotros debe identificar la viña que le ha sido encomendada por Dios y cuidar que los propios egoísmos y conveniencias no intenten hacer con ella lo que le plazca, dejando de lado el plan del amor de Dios.

La segunda lectura nos brinda una guía sobre cómo debe ser un buen viñador: apreciemos todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que es virtuoso y merece elogio. Aquí tenemos ocho características de un buen viñador: veracidad, nobleza, justicia, limpieza de corazón, amabilidad, honorabilidad, búsqueda del bien y lo que genera alabanza, es decir, lo que podemos recomendar a los demás para su bienestar.

Ante estas palabras, podemos sentirnos frágiles y con mucho camino por recorrer. Sin embargo, Jesús concluye su parábola de los malos viñadores con la imagen de la piedra angular. En arquitectura, la piedra angular es una piedra especialmente seleccionada y posicionada en la base de un edificio, a menudo en la esquina de dos paredes. Esta piedra es fundamental, ya que sin ella, toda la casa podría derrumbarse.

Jesús, como artesano y profesional de la construcción, sabía que para que una casa no se derrumbara, se necesitaba una buena piedra como fundamento principal. De manera similar, Jesús es la piedra angular, el hijo de Dios enviado para mostrarnos su amor. Si descubrimos que no somos buenos viñadores, él está ahí para sostenemos, hacer que nuestro corazón sea más fuerte, más justo, más bondadoso, más limpio y más honesto, lo que sea necesario para ser el corazón de un buen viñador.

Hoy recibimos dos llamados. El primero es a ser buenos viñadores y el segundo es a descubrir que el único que nos impide fracasar, el único que nos impide ser malos viñadores, es Jesús, la piedra que siempre nos apoya. En este día, Jesús une una viña y una piedra para decirnos que lo que nos da sentido en la vida no lo podemos lograr solos; que necesitamos de él como fundamento, como guía de acción, como apoyo en la debilidad, como certeza en las inseguridades y como garantía de que nuestra viña, con su piedra, dará muchos frutos de bien y felicidad.

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