sábado, 2 de septiembre de 2023

EL PRECIO DE LA VIDA: UN AMOR SIEMPRE MAS FUERTE

 




EL PRECIO DE LA VIDA: UN AMOR SIEMPRE MAS FUERTE 
(HOMILIA DOMINGO XXII 20230903)

El evangelio de hoy nos podría parecer que una propuesta irracional. Porque, ¿Quién en su sano juicio quisiera una vida de dolor, de cruz, de castigo? ¿Quién en su sano juicio estaría dispuesto a perder la vida? El dolor y la muerte los vemos como algo que tenemos que evitar. Sin embargo, parecería que ese es el camino que Jesús nos invita a seguir. ¿Será que seguir a Jesús es algo que nos causa males?

Para entender lo que Jesús nos quiere decir, es importante entender el contexto en que Jesús nos habla del dolor y la muerte. Jesús está hablando del misterio de amor que él va a vivir para entregarse por nosotros, cuando anuncia a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Es un misterio de amor con el que vencerá al dolor y la muerte, con un amor más grande que todos los males del mundo, que los dolores físicos que tendrá que sufrir en su cuerpo y que los dolores morales que tendrá que experimentar por el rechazo y traición de los suyos.

El misterio del amor nos hace entender cuando Jesús habla de que, para seguirlo, hay que tomar la cruz, y que quien quiera guardarse para sí mismo la vida será quien la pierda y que ninguno de nosotros puede por sí solo alcanzar la plenitud. Las tres afirmaciones de Jesús, sobre la cruz, el guardar la vida y el precio de la vida tienen el mismo ADN: la vida merece la pena cuando el amor nos saca del egoísmo, cuando no nos autoesclavizamos por culpa del solo pensar en nosotros mismos. Porque la peor de las esclavitudes no es estar dentro de una cárcel, sino la que nos generamos nosotros mismos en nuestro corazón. Porque esta autoesclavitud nos impide ser felices, aunque alrededor tengamos todo para poder ser felices.

Jesús decidió dar su vida para liberarnos del mal que nos viene de fuera, y sobre todo del que nos puede venir de dentro, de las tendencias interiores que orientan hacia el camino del mal y no hacia el camino del bien cuando nos esclaviza nuestra soberbia, nuestra vanidad o nuestra ira, o cuando nos atrapa nuestra pereza, nuestra avaricia, o nuestro afán de gozar todos los placeres. Es lo que sucede con las adicciones que son una enfermedad que en realidad empiezan cuando en la conciencia empezamos a llamar bueno lo que es malo y eso se apodera de nuestra psicología y llega a tener efectos en nuestro cuerpo.

El evangelio de hoy nos enseña que solamente cuando estamos dispuestos a ser generosos en nuestra vida es cuando alcanzamos la verdadera felicidad. Jesús está dispuesto a ser generoso hasta morir en la cruz por nosotros, como camino de la resurrección, de la victoria sobre el mal. Esto puede ser difícil de entender o aceptar, como le cuesta a Pedro, que no quiere que le pase nada malo a su maestro y amigo Jesús. Nuestro mundo, que nos invita a la comodidad una y otra vez, podría intentar convencernos de que mejor seamos egoístas, aunque no lo diga con estas palabras, o intentar convencernos de que seamos tacaños o que vivamos en la comodidad. Pero si nuestro amor es como el amor de Jesús, haremos nuestras las palabras de San Pablo: "No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto."

La respuesta de Jesús es que no hay que tenerle miedo a ciertos precios que a veces es necesario pagar por amor. Como cuando una madre paga con desvelos y fatigas la salud de su hijo, o un esposo paga con tolerancia el apoyo a ciertos momentos difíciles de la vida de su esposa. O el hijo que está dispuesto a acompañar a su padre en la prueba de una situación de Alzheimer. Todo eso lo entendemos cuando es el amor lo que nos empuja, un amor como el de que habla el profeta Isaías cuando siente el peso de seguir dando lo mejor de sí. En ese momento, su corazón le hace responder: "He llegado a decirme: 'Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre'. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía." El amor verdadero, aunque se descubre débil y frágil, sigue adelante con la fuerza de un fuego ardiente.

Este domingo Jesús nos mira a los ojos para decirnos que su amor por nosotros no duda, aunque duela, y nos invita, como lo hizo con Pedro, a ponernos detrás de él, a no ser sus adversarios, que es lo que significa la palabra Satán, a pensar como él, desde el amor y no desde el egoísmo. Si a veces nos descubrimos poniendo tropiezos al amor generoso, volvamos a escuchar a Jesús, que nos invita a ser sus amigos para que como él pongamos el amor como la fuerza que nos hace ser más fuertes que el mal en nuestra familia, en nuestro entorno y en nuestro corazón.


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