domingo, 17 de septiembre de 2023

EL PERDON NOS HARA LIBRES... Y FELICES (HOMILIA DOMINGO XXIV ORDINARIO 20230917)

 EL PERDON NOS HARA LIBRES... Y FELICES 

(HOMILIA DOMINGO XXIV ORDINARIO 20230917)


Una de las características de los vinos buenos, es tener denominación de origen, una señal que indica que son de una región que garantiza su calidad. Si quisiéramos saber cuál es nuestra calidad como personas, tendríamos que buscar la marca que nos señala nuestra denominación de origen. Las lecturas de hoy ciertamente nos dirigen la mirada hacia la importancia del perdón en la vida, y por eso nos dicen: "Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo". Y, en el evangelio, Jesús nos insiste que hay que perdonar: "No hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".

Nosotros sabemos que perdonar cuesta mucho, perdonar es una de las cosas más difíciles que hay, sobre todo cuando la ofensa viene de alguien especialmente cercano a nosotros. Es muy difícil perdonar cuando ha sido tu esposo quien te ha ofendido, o cuando ha sido tu hermano quien te ha hecho mucho daño. Los seres humanos somos a veces frágiles y a veces malos y particularmente, los seres humanos somos muy imperfectos, y por eso es muy fácil que lastimemos a veces de modo muy serio a las personas que son más importantes para nosotros. Incluso quienes son personas muy buenas tienen defectos y, por lo tanto, tienen la necesidad de ser perdonados. Esto lo entendemos muy bien, pero todos sabemos lo difícil que resulta de verdad el perdonar. Resulta difícil porque el rencor, que nace del haber sido ofendidos, es un sentimiento a veces muy profundo, de modo que por más que usemos nuestra inteligencia no siempre conseguimos ser más fuertes que ese sentimiento. Entonces, ¿no es posible perdonar? ¿Tenemos que vivir con esa herida amarga toda nuestra vida?

Ciertamente para muchas situaciones es claro que la fuente del perdón no somos nosotros mismos. Para perdonar a fondo, tenemos que volver a nuestra denominación de origen, que es el ser hijos de Dios, redimidos por Cristo y templos del Espíritu Santo. Como hijos de Dios, nuestra dignidad nos hace estar por encima de todos los males; como redimidos por Cristo, sabemos que el pecado, o cualquiera de sus efectos, como es el rencor, no son más fuertes que nuestra libertad; y como templos del Espíritu Santo, sabemos que el amor de Dios nos da la gracia para dejar atrás el mal que otros nos han podido causar.

Para encontrar el sentido fundamental del perdon, podríamos fijarnos en una frase de la parábola del siervo ingrato, en el momento en que el señor está recriminando al siervo malo y le dice: "¿No debías tener tú también compasión de un compañero, como yo tuve compasión de ti?" Las palabras claves para nosotros como cristianos son siempre estas dos: "Como Yo". Saber ser como él, esforzarnos por ser como él. Estas dos palabras serán también el corazón del mandamiento nuevo que Jesús nos dejará en la última Cena: "como yo os he amado". Este puede ser también el sentido de las frases de San Pablo a los romanos: "Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor".

Nuestra libertad nos puede llevar hacia el bien o hacia el mal. Podemos ser esclavos del mal o libres por el bien. Cuando el mal, en forma de rencor, nos domina, somos sus esclavos y cuanto más lo seguimos, más encadenados estamos. Como dice la lectura del Eclesiástico: "Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿Cómo puede esperar la curación del Señor?" Al contrario, cuando nuestra libertad nos orienta hacia el bien, somos cada vez más libres de todos los males que nos rodean. Justamente por eso el Señor del siervo malo le dice: "como yo tuve compasión de ti". Este esfuerzo por ser como él no es solo una imitación, del mismo modo en que un niño quiere ser futbolista como un ídolo del balompié. No se trata de copiar, se trata de descubrir que ser como Cristo es descubrir nuestra verdadera identidad, lo que somos de verdad, lo que nos hace auténticos y, por lo tanto, lo que nos hace felices.

El perdón es la marca de que somos de verdad libres del mal que nos rodea, porque somos hijos de un Dios que ama por encima del mal y por eso perdona. De hecho, también nosotros somos capaces de perdonar a algunas personas cuando las amamos mucho, como cuando a un hijo le perdonamos todo, o a un amigo lo volvemos a abrazar a pesar de sus defectos. Ciertamente, perdonar no es fácil, por eso la petición de perdón tiene que estar siempre en nuestra oración: no solo la que dice "perdona nuestras ofensas como perdonamos a los que nos ofenden", sino otra que podría decir: "ayúdame a perdonar cuando no puedo olvidar el haber sido ofendido". La oración que un padre le hizo a Jesús para que curase a su hijo: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe", nosotros la podríamos cambiar: "Perdono, Señor, pero aumenta mi capacidad de Perdonar". Una oración que podemos hacer cuando en la eucaristía Jesus mismo viene a nuestro corazón, no solo para estar dentro de mí, sino sobre todo para transformarnos según su modo de ser, para fortalecer nuestro corazón y para que, como él, seamos capaces de perdonar hasta setenta veces siete.

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