domingo, 6 de agosto de 2023

¡QUE BIEN SE ESTA AQUI! (homilia para la fiesta de la Transfiguracion del Señor, 06.08.2023

 



LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR 20230806

La transfiguración es un momento muy especial en la vida de Jesús. El, a quien todos han visto como alguien normal, se transforma y se muestra como hijo de Dios ante los discípulos en el Tabor. La transfiguración nos recuerda que no tenemos nunca que olvidarnos de quien es Jesús en nuestras vidas, sobre todo cuando todo sucede sin cosas extraordinarias; todo pasa como siempre pasa: se acaban las vacaciones, empieza el curso escolar, vamos al trabajo los lunes, tomamos un poco de descanso los fines de semana, vemos que se acercan los cumpleaños y los aniversarios importantes de nuestra familia… la vida es algo muy normal. En medio de tanta normalidad hay personas que tienen una gran relevancia en nuestra existencia y que a veces descubrimos importantes cuando ya no están. Por eso, hay que valorar todo: valorar el amor de mi esposo y su delicadeza, valorar la prudencia de mi esposa y su sabiduría, apreciar los esfuerzos que hace tu hijo adolescente por mantenerse en sus valores en ambientes difíciles.

Esto mismo sucede con los eventos que nos ofrecen una experiencia particular de la presencia de Jesús en nuestra vida. Puede ser el bautismo del primer hijo, la primera comunión de un nieto, un momento de oración en una capilla tranquila, el sentirnos llamados a ayudar a un pobre, el responder a un acto de generosidad con quien lo necesita. Todos esos son momentos que podríamos llamar de transfiguración, porque nos damos cuenta de que algo especial de Jesús el Señor está sucediendo en nuestras vidas. Son momentos en que, como Pedro, Santiago o Juan, descubrimos su presencia especial que llena nuestro corazón, y que, como dice Pedro, nos hace exclamar: "¡Qué bien se está aquí!". Momentos en que descubrimos que Jesús puede cambiar nuestra vida, hacernos mejores, consolar nuestras penas, darnos fortaleza en los problemas.

Jesús se transfiguró, en el monte Tabor, hace dos mil años, mostrándose como el hijo de Dios, para que los apóstoles tuvieran fuerza cuando llegasen los momentos de la pasión. Moisés y Elías simbolizan el antiguo testamento que anuncia los sufrimientos del Mesías.  Por eso les dice que no digan nada hasta que él hubiera resucitado de entre los muertos. Él es la verdadera "tienda", que hace presente a Dios que aparece como el Padre en la voz, el Hijo en el hombre y el Espíritu en la nube luminosa.

Jesús sigue transfigurándose también hoy en nuestra vida cotidiana. Sobre todo cuando necesitamos volver a sentirnos fuertes en las dificultades. En la vida hay momentos de oscuridad en que parece que todo lo que nos da valor e ilusión se ha apagado; es cuando pensamos que todo puede ser destruido: nuestra salud, nuestro matrimonio, una amistad, los valores en la sociedad. En la vida tenemos sueños, que nos da miedo de no verlos cumplidos; o nos invade el pesimismo o el desánimo. Y tenemos miedo. Hoy Jesús nos dice: Levántense, no tengan miedo. En esos momentos la transfiguración de Jesús, nos recuerda que Jesús, el hijo de Dios, está con nosotros en todas las cosas buenas o malas que nos pueden pasar, porque como dice la lectura del profeta Daniel: (El) recibió la soberanía, la gloria y el reino… Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido."

En los momentos difíciles tenemos que pensar que, en la montaña de nuestra vida, sigue presente Jesús Transfigurado, que nos da fortaleza, esperanza, valor para seguir adelante. Jesús transfigurado es como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes, como decía el apóstol San Pedro a los primeros cristianos que se sentían muy poca cosa o que veían que las dificultades eran muy grandes.

¿Qué es lo que hace tan valiosa la transfiguración de en nuestras vidas? La voz de Dios Padre nos dice por qué Jesús puede cambiar nuestras vidas, como nos narra san Mateo: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo." Jesús es el Hijo amado del Padre. Y lo es cuando es pequeño, como un bebé en Belén, y lo es cuando nadie cree en él en Nazaret, y lo es cuando lo condenan a muerte en Jerusalén. Pero también lo es cuando los magos lo adoran, y cuando hace milagros y nos deja enseñanzas preciosas, y lo es cuando resucita glorioso, haciéndonos experimentar que el mal nunca tiene la última palabra sobre el amor de Dios en nuestras vidas. En este domingo podemos pedirle a Jesús que vuelva a transfigurarse en las cosas que nos duelen y en las alegrías que nos ilusionan, para que lo descubramos como el Hijo amado del Padre.

Hoy tenemos que volver a descubrir que por el bautismo cada uno es un hijo amado del padre, aunque a veces no nos demos cuenta, como los discípulos. También nosotros debemos ser transfiguración de Jesús para los que necesitan saber que el amor es más fuerte que todo lo que nos duele a los seres humanos.

La transfiguración nos muestra que Jesús es la tienda de Dios entre nosotros. En cada eucaristía Él su tienda en nuestro corazón. Cuando comulgues dile: "¡Qué bien se está aquí! ¡Qué bien que estás aquí!"

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