LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR 20230806
La transfiguración es un momento muy especial en la vida de
Jesús. El, a quien todos han visto como alguien normal, se transforma y se
muestra como hijo de Dios ante los discípulos en el Tabor. La transfiguración nos
recuerda que no tenemos nunca que olvidarnos de quien es Jesús en nuestras
vidas, sobre todo cuando todo sucede sin cosas extraordinarias; todo pasa como
siempre pasa: se acaban las vacaciones, empieza el curso escolar, vamos al
trabajo los lunes, tomamos un poco de descanso los fines de semana, vemos que
se acercan los cumpleaños y los aniversarios importantes de nuestra familia… la
vida es algo muy normal. En medio de tanta normalidad hay personas que tienen
una gran relevancia en nuestra existencia y que a veces descubrimos importantes
cuando ya no están. Por eso, hay que valorar todo: valorar el amor de mi esposo
y su delicadeza, valorar la prudencia de mi esposa y su sabiduría, apreciar los
esfuerzos que hace tu hijo adolescente por mantenerse en sus valores en
ambientes difíciles.
Esto mismo sucede con los eventos que nos ofrecen una
experiencia particular de la presencia de Jesús en nuestra vida. Puede ser el
bautismo del primer hijo, la primera comunión de un nieto, un momento de
oración en una capilla tranquila, el sentirnos llamados a ayudar a un pobre, el
responder a un acto de generosidad con quien lo necesita. Todos esos son
momentos que podríamos llamar de transfiguración, porque nos damos cuenta de
que algo especial de Jesús el Señor está sucediendo en nuestras vidas. Son
momentos en que, como Pedro, Santiago o Juan, descubrimos su presencia especial
que llena nuestro corazón, y que, como dice Pedro, nos hace exclamar:
"¡Qué bien se está aquí!". Momentos en que descubrimos que Jesús
puede cambiar nuestra vida, hacernos mejores, consolar nuestras penas, darnos
fortaleza en los problemas.
Jesús se transfiguró, en el monte Tabor, hace dos mil años,
mostrándose como el hijo de Dios, para que los apóstoles tuvieran fuerza cuando
llegasen los momentos de la pasión. Moisés y Elías simbolizan el antiguo
testamento que anuncia los sufrimientos del Mesías. Por eso les dice que no digan nada hasta que
él hubiera resucitado de entre los muertos. Él es la verdadera
"tienda", que hace presente a Dios que aparece como el Padre en la
voz, el Hijo en el hombre y el Espíritu en la nube luminosa.
Jesús sigue transfigurándose también hoy en nuestra vida
cotidiana. Sobre todo cuando necesitamos volver a sentirnos fuertes en las
dificultades. En la vida hay momentos de oscuridad en que parece que todo lo
que nos da valor e ilusión se ha apagado; es cuando pensamos que todo puede ser
destruido: nuestra salud, nuestro matrimonio, una amistad, los valores en la
sociedad. En la vida tenemos sueños, que nos da miedo de no verlos cumplidos; o
nos invade el pesimismo o el desánimo. Y tenemos miedo. Hoy Jesús nos dice:
Levántense, no tengan miedo. En esos momentos la transfiguración de Jesús, nos
recuerda que Jesús, el hijo de Dios, está con nosotros en todas las cosas
buenas o malas que nos pueden pasar, porque como dice la lectura del profeta Daniel:
(El) recibió la soberanía, la gloria y el reino… Su poder nunca se acabará,
porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido."
En los momentos difíciles tenemos que pensar que, en la
montaña de nuestra vida, sigue presente Jesús Transfigurado, que nos da
fortaleza, esperanza, valor para seguir adelante. Jesús transfigurado es como
una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el
lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes, como decía el
apóstol San Pedro a los primeros cristianos que se sentían muy poca cosa o que
veían que las dificultades eran muy grandes.
¿Qué es lo que hace tan valiosa la transfiguración de en
nuestras vidas? La voz de Dios Padre nos dice por qué Jesús puede cambiar
nuestras vidas, como nos narra san Mateo: "Este es mi Hijo muy amado,
en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo." Jesús es el
Hijo amado del Padre. Y lo es cuando es pequeño, como un bebé en Belén, y lo es
cuando nadie cree en él en Nazaret, y lo es cuando lo condenan a muerte en
Jerusalén. Pero también lo es cuando los magos lo adoran, y cuando hace
milagros y nos deja enseñanzas preciosas, y lo es cuando resucita glorioso,
haciéndonos experimentar que el mal nunca tiene la última palabra sobre el amor
de Dios en nuestras vidas. En este domingo podemos pedirle a Jesús que vuelva a
transfigurarse en las cosas que nos duelen y en las alegrías que nos ilusionan,
para que lo descubramos como el Hijo amado del Padre.
Hoy tenemos que volver a descubrir que por el bautismo cada
uno es un hijo amado del padre, aunque a veces no nos demos cuenta, como los
discípulos. También nosotros debemos ser transfiguración de Jesús para los que
necesitan saber que el amor es más fuerte que todo lo que nos duele a los seres
humanos.
La transfiguración nos muestra que Jesús es la tienda de Dios entre nosotros. En cada eucaristía Él su tienda en nuestro corazón. Cuando comulgues dile: "¡Qué bien se está aquí! ¡Qué bien que estás aquí!"
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