(HOMILIA XXI DOMINGO CICLO A 20230827)
Lo que da peso a la vida de los seres humanos es el sentido
que tienen. Por desgracia, millones de seres humanos viven sin sentido, de modo
que más que vivir, sobreviven, con un destello de existencia, oprimidos por la
pobreza, la enfermedad, la esclavitud, el abuso, la condición de calle. A ellos
les da igual quién sea Napoleón o Gengis Khan, quién sea el artista de moda o
el deportista más famoso. Solo quieren vivir. Sin embargo, sea que lo hagamos
consciente o no, la persona de Jesús es profundamente relevante, como es
relevante para un enfermo el que Alexander Fleming haya descubierto la
penicilina, aunque no tenga idea de cómo funciona ni de la vida de su
descubridor. Así nos lo hace ver San Pablo en la segunda lectura de hoy cuando
nos dice que "En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él
y todo está orientado hacia Él. Dios es quien da sentido verdadero a la vida.
Él la sustenta aunque no seamos conscientes de ello, como la mamá sustenta la
vida de su bebé en su vientre, sin que el niño lo sepa." Millones de
personas viven sin darle importancia a Jesús, porque no lo conocen o se han
vuelto indiferentes. Entonces, ¿da igual quién sea Jesús? La verdad es que no.
Este domingo, Jesús nos invita a preguntarnos por nuestra
relación con Él con dos preguntas. La primera es sobre lo que piensa nuestro
mundo de Jesús. En una cultura tan diversa, es lógico que haya muchas opiniones
sobre quién es Jesús: desde un simple hombre sabio, hasta el Hijo de Dios, para
quienes son capaces de entrar en el misterio de su persona. Junto a la pregunta
por quién es Jesús, está el interrogante sobre quién es Jesús para mí y si
Jesús es relevante o no. La pregunta que hace Jesús es para saber lo que cada
uno de nosotros dice de Él desde el fondo del corazón. ¿Quién es de verdad
Jesús para ti? ¿Una historia, un mito, un poco de cultura? ¿O es Alguien, así
con mayúsculas, alguien que puede dar un sentido a la vida? Jesús es tan
central que cambia el nombre, que hace descubrir que somos personas con un
sentido, con un valor. Esto es lo que está detrás de las palabras de Jesús a
Simón, que, a partir de ahora, se llama Pedro: "¡Dichoso tú, Simón, hijo
de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que
está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo
te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado
en el cielo."
Jesús le expresa cuatro rasgos que podemos revisar de atrás
hacia adelante. Primero, es que todo lo que Pedro haga en esta vida tiene una
dimensión de eternidad, que lo que escribimos en esta vida llega hasta el
cielo, tanto lo grande como lo pequeño. Segundo, es que Pedro tiene las llaves
del Reino de los cielos, una llave que está hecha de fe y amor, pues lo que
abre el Reino de Dios es el modo en que desde nuestro corazón hacemos mejor
poco a poco nuestra vida. Tercero, es que Pedro es la roca sobre la que
construirá su iglesia, es decir, una comunidad de personas que viven en el amor
a Dios y al prójimo, con el corazón lleno de Dios y las manos llenas de
cercanía a los hermanos, con la certeza de que no hay ningún mal que la
destruya. En cuarto lugar, Pedro es el nombre nuevo que le da Jesús, un nombre
que le cambia la vida, la identidad que llena de sentido todo lo que haga en la
propia vida y la de los demás.
Ahora bien, esta relación con Jesús es un compromiso. El
compromiso de custodiar lo que se nos da para el bien de los demás, como señala
la primera lectura al hablar de quitar y dar llaves. Se pierden las llaves por
la incoherencia con la riqueza recibida porque el egoísmo encierra y nos hace
olvidarnos de los demás. Recibir llaves significa reconocer que lo que hemos
descubierto tiene que redundar en el bien de los que nos necesitan, pues en
cierto sentido tenemos las llaves de la esperanza de los demás. Como decía la
primera lectura: "Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la
casa de Judá."
Hoy Jesús nos dice quiénes somos nosotros para Él: somos la
roca de nuestros hermanos, que a veces sufren en la oscuridad de sus corazones,
somos los que abren la esperanza a quienes la necesitan, somos los que con
nuestras buenas obras vamos sembrando felicidad eterna. Hoy Jesús nos vuelve a
preguntar: ¿Quién soy yo para ti? Ojalá que nuestra respuesta sea como la de
Pedro, "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo", porque entonces
tendremos la certeza de que estamos siendo una roca con la que construir un
mundo mejor.
1 comentario:
Gracias Padre por recordarme mi responsabilid que tengo frente a mi fe. Carmen OM de Flores
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