miércoles, 15 de mayo de 2013

EL TRIUNFO DE LOS MAESTROS



Acabo de leer que las expectativas de los maestros sobre sus alumnos son tremendamente bajas. Una encuesta reciente, hecha por el Instituto de Fomento e Investigación Educativa, dice que gran parte de ellos opina que la mayoría de sus alumnos no acabarán sus estudios. En la encuesta se ve que los maestros tienen muy poca fe en lo que los alumnos son capaces de lograr. Esto nos habla, por un lado, de lo que los maestros esperan de los alumnos, pero también, de lo que los maestros esperan de sí mismos. Posiblemente, en este día en que festejamos a los maestros, esto es lo más trascendente. Para que un maestro pueda promover a sus alumnos y hacerles que se superen, es esencial la fe que él mismo tenga en la propia superación y en la propia promoción. La visión que el maestro tiene de sí mismo es lo que acaba transmitiendo a sus alumnos. Por eso es esencial que el mismo maestro tienda a metas altas, para que lo proyecte a los jóvenes a los que educa. 

La misma encuesta habla de que en torno a un cuarenta por ciento de los maestros carecen de apoyo pedagógico. No debemos dejar de lado que la profesión de educador, como la de cualquiera que trabaja con el valioso material que son las personas, necesita de una continua innovación, ya que el desgaste emocional, humano, intelectual y a veces espiritual, es muy fuerte. La vocación de maestro es muy honorable y llena de muchas satisfacciones, pero no por eso debe prescindir de los apoyos que le permitan evitar la mediocridad y, como consecuencia, el orientarse a intereses que están alejados del verdadero bien de los alumnos. Pero, por otro lado, también tiene que haber un interés personal en este apoyo, en buscarlo, en darse a si mismo el seguimiento necesario. 

Cuando nos preguntamos por qué los jóvenes no estudian o porqué los maestros no cumplen sus funciones, no podemos echarnos unos a otros la bolita. Como en otras cosas, la solución somos todos, pero, creo que hoy, en el día del Maestro, en gran medida, la solución está en lo que los maestros piensen de sí mismos. Al igual que en otras profesiones, el desempeño de una función no puede suplir la conciencia de una vocación. Que los homenajes que se hacen a los maestros en muchas escuelas y universidades sirvan para renovar la conciencia que ellos deben tener y para reproponer la demanda de que el maestro espere mucho del alumno, a fin de que lo impulse a alcanzar la mejor de las metas: ser hombre o mujer exitoso en lo que sabe y en lo que vive.


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