Una de las noticias que posiblemente esté pasando
desapercibida entre tantas otras que reclaman nuestra atención, es la llegada
del Rover Curiosity a Marte tras viajar por más de 500 millones de kilómetros. Ya
en otras ocasiones habían sido enviados vehículos de exploración a Marte, pero
este es el más grande y el más sofisticado en cuanto a instrumentación
científica que se haya enviado nunca a otro planeta. La misión tiene importantes objetivos
científicos, que podrían cambiar la investigación espacial de los próximos
años. Uno de las principales es estudiar las condiciones atmosféricas y
geológicas de Marte, para desvelar de forma concluyente si el planeta rojo
tiene, o ha tenido en el pasado, los ingredientes necesarios para albergar vida
tal y como la conocemos en la Tierra. Entre otras cosas, la misión servirá como
trampolín para lograr el objetivo de la NASA de enviar al primer ser humano a
Marte en el año 2030.
La maravilla de
este evento nos muestra la grandeza del ser humano, de nuestra inteligencia, a
la que parece que ningún límite le hubiera sido puesto. Mientras el resto de
los seres vivos que habitan en nuestro mundo tienden a quedarse en su propio hábitat,
solo el ser humano tiene el interés por la investigación, la conquista, la adaptación
a nuevos lugares para desarrollarse. Hoy le damos tanta importancia a nuestra inserción
en el mundo animal, a la la ecología, que nos hemos olvidado de la grandeza que
habita en nuestro espíritu. Cuando miramos nuestro mundo con sus conflictos podremos
quedarnos desanimados al resaltar lo negativo del ser humano, pero es mucho más
rico todo lo que los humanos podemos construir y, en este sentido, el campo científico
merece todo el reconocimiento posible. En la sociedad tan llena de
escepticismo, este afán de conquista del universo se convierte en una bandera
levantada para recordarnos de lo que somos capaces, de la grandeza a la que podemos
ser llamados, aun en medio de la fatiga, las luchas, los sacrificios que una
empresa como la conquista del espacio pide, como una muestra de los grandes
valores de la vida moderna.
La llegada del
Curiosity a Marte nos permite reflexionar en que si esto podemos hacer de cara
a la conquista del espacio exterior, cuantas cosas podremos conquistar en
nuestro espacio interior. Si esto podemos hacer para llegar a un planeta
lejano, qué es lo que no podremos hacer para explorar todos estos planetas
cercanos que viven a nuestro lado. Pensemos en las naves que hemos enviado al
planeta hijos, o al planeta cónyuge, pensemos en cuanta dedicación le hemos
puesto a conocer la posibilidad no de la vida en Marte, sino de la vida en
familia. La grandeza de nuestro espíritu no se mide por lo lejos que llegamos
sino por el impulso que nos mueve a nunca dejar de superarnos, a nunca ser
mediocres, a hacer siempre lo mejor de lo que está en nuestras manos. Cuando
los seres humanos reconocemos y aplicamos nuestra grandeza y dignidad, no solo
no nos asustan los 500 millones de kilómetros que nos separan del planeta rojo,
tampoco nos pueden asustar los pocos pasos que está en nuestra posibilidad recorrer
para hacer vivible el entorno que habitamos.
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