sábado, 29 de enero de 2011

MONEDAS DE AMOR

Basta salir a la calle para darnos cuenta de la invasión sexual que nos rodea. Anuncios con imágenes ligeras de ropa. Anuncios que reclaman la atención en base a ofrecernos un reclamo sexual. Programas que basan su audiencia en los tópicos sexuales de personajes famosos. Famosos que hacen repuntar su fama basados en sus comportamientos sexuales del signo que sean. Ante toda esta avalancha, se plantea la pregunta por el papel de la sexualidad en la persona, sobre todo cuando nos damos cuenta de que el manejo de la sexualidad no es indiferente en la vida.

Muchas veces los problemas de la sexualidad nacen de la educación que se ha recibido en la casa, o de de la falta de la misma. No basta con saber el funcionamiento de determinados órganos de nuestro cuerpo para tener una buena sexualidad. Porque la sexualidad no es solo una función. La sexualidad es un centro poderoso que aglutina afectos, experiencias, seguridades, capacidades, y que cataliza la más poderosa de las fuerzas que tiene el ser humano: la capacidad de amar. De aquí que sea necesario que la sexualidad se integre en la totalidad del ser humano. Sobre todo que se integre para ponerse a disposición de la mejor de las dimensiones del ser humano que es el amor de donación, responsable y libre. Por eso la sexualidad no puede ser inconsciente o superficial. Ni mucho menos puede ser instintiva o impulsiva. Es tan compleja la sexualidad que a veces no sabemos como manejarla, como vivirla, y mucho menos como enseñarla. Sin embargo hay una táctica que nunca falla: trabajar con tenacidad por hacer crecer en nosotros y en los que nos son encomendados los resultados de la sexualidad, que curiosamente no son ni la reproducción, ni el placer, sino la donación personal a otra persona, la generosidad, la apertura a otro desde el propio corazón.

Yo estoy convencido que en una cultura con tanta hormona flotando en el aire como la nuestra, no siempre es fácil escaparse de los riesgos de una sexualidad desviada, porque se nos escapa la vista, se nos altera la emocionalidad, se nos agita el deseo. Pero siempre podemos prevenir, remediar y construir, cuando sembramos generosidad por encima de los egoísmos, responsabilidad por encima de las superficialidades, servicio por encima de las soberbias. No podremos evitar el asalto de la banalización de la sexualidad, pero seremos más fuertes que ella, cuando, una vez pasada la ola, quedan en nuestro corazón los mejores sentimientos, las actitudes más nobles, que por encima de una moralidad de las normas, descubren la norma de la moral, que es el amor de la persona. Cuando tus hijos crezcan llénalos de respeto, de exigencia, de rectitud, de generosidad, de aprecio por el bien, de cuidado por las personas, entonces sabrán que la sexualidad es un medio para recibir y dar un amor verdadero, no una moneda para gastarla fuegos artificiales.

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