En días pasados se anunciaron los premios nobel de literatura y de la paz para Mario Vargas Llosa y Liu Xiobao, dos personajes que, con diversas trayectorias, se han comprometido contra las tiranías presentes en su sociedad. Llenos de luces y de sombras, iluminan una gran aspiracion del corazón: el afán por ser libres y ejercer la propia vida en libertad. No siempre los seres humanos se comprometen por sus ideales con una ética de congruencia, nos vendemos con facilidad a un conformismo que adormila la conciencia y la vida. Mario y Liu, por caminos diferentes, comparten la convicción de que no se puede privar de la libertad al ser humano, pues es la base de su dignidad, desde la que debe propone un proyecto de vida aunque quienes le rodean, parezcan más inteligentes y más poderosos. Es la continua tentación, el hombre por encima o por debajo de las ideologías. Mario y Liu han hablado con su vida, jugándose el tipo para que nadie pise a nadie, para que ninguna idea pise a ningún hombre.
Hoy tenemos miedo al caos de la ciudad, al caos de la violencia, al caos de la disgregación de los valores, al caos de la corrupción. Solamente la dignidad personal da sentido al caos. Lo hacemos en casa, cuando enfrentamos una cultura que seca el corazón de nuestros jóvenes. Lo hacemos en el matrimonio, cuando defendemos nuestro compromiso por encima de las modas que llenan las revistas. Lo hacemos en el trabajo, cuando somos honestos por encima de la tentación de una ganancia fácil o de conseguir un puesto a costa de poner la zancadilla al de al lado.


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