viernes, 7 de diciembre de 2012

EL AMOR MAS GRANDE QUE EL MAL





Hay temas del catolicismo complejos o alejados de la comprensión de las personas normales. Algunos de estos temas tienen una etiqueta que los hacen más oscuros: “dogma de fe”. Esta palabra, que significa que lo que se afirma debe ser creído por quien se considere católico, nos huele a intolerancia e imposición. Y eso no nos gusta porque nuestra cultura es contraria a todo eso. ¿Se trata de aceptar algo porque sí? Eso no me va con mi modo moderno de pensar. Y en la caja del “no me va”, metemos muchas cosas que la iglesia enseña. Además, como parecen no tener trascendencia en la vida diaria, pues es más fácil pasar de ello. 
Esto sucede con el dogma de la Inmaculada Concepción: ¿de qué se trata esto? Se refiere a la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Más confusión en el asunto. O sea ¿que la Virgen María qué? Que la Virgen María fue concebida inmaculada. Inmaculada significa sin mancha. ¿Sin mancha de qué? Pensar que quien es concebido tiene una mancha de algún tipo, es todavía más lejano a nuestra mentalidad. ¿Cómo es posible que un niño, o que un embrión humano tenga una mancha? ¿Y una mancha moral? O sea ¿un pecado? Bueno, después de todas estas preguntas, estamos acercándonos a lo que significa eso de la Inmaculada Concepción de la Virgen María: se quiere decir que María no tuvo ningún pecado desde el seno de su madre. Es decir, que la Iglesia (o sea la comunidad de los que tienen fe en Jesucristo) afirma como esencial a esta fe, que «la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción”.
¿en qué consiste eso del pecado original del que es preservada? Consiste en que María no queda encerrada en un modo de ser que tenemos los seres humanos, por el cual estamos inclinados al mal. La experiencia universal nos dice que desde que el ser humano tiene conciencia de sí, tiene también conciencia de no siempre hace las cosas bien. Esa tendencia, que luego genera muchos problemas entre nosotros y con Dios, es el pecado original. Esta tendencia es un modo de ser por el que el hombre no se fía de Dios, en su corazón oscurecido, abriga la sospecha de que Dios es un competidor que limita su libertad, y no quiere recibir de Dios la plenitud de su vida. Así, se fía de la mentira más que de la verdad y se orienta hacia el vacio del egoísmo en vez de la plenitud del amor.
¿qué tiene que ver conmigo y con la Inmaculada Concepción de María? Tiene que ver, porque precisamente este dogma, aunque no nos guste la palabrita, viene a decirnos que hay alguien más fuerte que esa tendencia y que, ese “más fuerte”, es Jesucristo, Salvador del género humano. Viene a ser muy importante la certeza que se me da en esta cualidad de María, la madre de Jesús: Hay alguien más fuerte que el mal, que el mal que hay en mi corazón, que el mal que hay en el corazón de todos los seres humanos. que Jesús haya preservado a su madre del dominio de ese mal (eso es la Inmaculada Concepción) desde el inicio, es para nosotros una garantía de que también lo puede vencer en nosotros. Por ello, este dogma (ya me empieza a gusta más la palabreja) es una garantía fundamental, pues si Dios no fuera más fuerte que el mal, “dejaría de ser Dios”: este dogma es esencial a la fe cristiana. Pero hay más. Lo que Jesús hizo con María, lo puede hacer conmigo. Su victoria sobre el Mal en su Madre, es la seguridad de su victoria sobre el mal en mí. ¿Hay que hacer fiesta? Una y muy grande. Porque lo que me dicen los periódicos cada día es que el mal crece y cree. Y lo que esta fiesta me dice, es que hay un amor que siempre es capaz de crecer más que todo ese mal. Así que no dejes de alegrarte en este día en que celebramos la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Asi curiosamente pensaba tambien Lutero: Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado.

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