martes, 7 de agosto de 2012

"ATERRIZAR" EN MARTE


Una de las noticias que posiblemente esté pasando desapercibida entre tantas otras que reclaman nuestra atención, es la llegada del Rover Curiosity a Marte tras viajar por más de 500 millones de kilómetros. Ya en otras ocasiones habían sido enviados vehículos de exploración a Marte, pero este es el más grande y el más sofisticado en cuanto a instrumentación científica que se haya enviado nunca a otro planeta. La misión tiene importantes objetivos científicos, que podrían cambiar la investigación espacial de los próximos años. Uno de las principales es estudiar las condiciones atmosféricas y geológicas de Marte, para desvelar de forma concluyente si el planeta rojo tiene, o ha tenido en el pasado, los ingredientes necesarios para albergar vida tal y como la conocemos en la Tierra. Entre otras cosas, la misión servirá como trampolín para lograr el objetivo de la NASA de enviar al primer ser humano a Marte en el año 2030.


La maravilla de este evento nos muestra la grandeza del ser humano, de nuestra inteligencia, a la que parece que ningún límite le hubiera sido puesto. Mientras el resto de los seres vivos que habitan en nuestro mundo tienden a quedarse en su propio hábitat, solo el ser humano tiene el interés por la investigación, la conquista, la adaptación a nuevos lugares para desarrollarse. Hoy le damos tanta importancia a nuestra inserción en el mundo animal, a la la ecología, que nos hemos olvidado de la grandeza que habita en nuestro espíritu. Cuando miramos nuestro mundo con sus conflictos podremos quedarnos desanimados al resaltar lo negativo del ser humano, pero es mucho más rico todo lo que los humanos podemos construir y, en este sentido, el campo científico merece todo el reconocimiento posible. En la sociedad tan llena de escepticismo, este afán de conquista del universo se convierte en una bandera levantada para recordarnos de lo que somos capaces, de la grandeza a la que podemos ser llamados, aun en medio de la fatiga, las luchas, los sacrificios que una empresa como la conquista del espacio pide, como una muestra de los grandes valores de la vida moderna.


La llegada del Curiosity a Marte nos permite reflexionar en que si esto podemos hacer de cara a la conquista del espacio exterior, cuantas cosas podremos conquistar en nuestro espacio interior. Si esto podemos hacer para llegar a un planeta lejano, qué es lo que no podremos hacer para explorar todos estos planetas cercanos que viven a nuestro lado. Pensemos en las naves que hemos enviado al planeta hijos, o al planeta cónyuge, pensemos en cuanta dedicación le hemos puesto a conocer la posibilidad no de la vida en Marte, sino de la vida en familia. La grandeza de nuestro espíritu no se mide por lo lejos que llegamos sino por el impulso que nos mueve a nunca dejar de superarnos, a nunca ser mediocres, a hacer siempre lo mejor de lo que está en nuestras manos. Cuando los seres humanos reconocemos y aplicamos nuestra grandeza y dignidad, no solo no nos asustan los 500 millones de kilómetros que nos separan del planeta rojo, tampoco nos pueden asustar los pocos pasos que está en nuestra posibilidad recorrer para hacer vivible el entorno que habitamos.


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