miércoles, 15 de junio de 2011

CIENTO CUATRO MILLONES


Ciento cuatro millones de pesos… es una cifra escalofriante con la que se pueden hacer muchas cosas. Es el monto de un posible delito que se atribuye al ex gobernador de Chiapas. Yo no soy nadie para juzgar a nadie, ni tampoco para saber si es verdad o no, o si esta noticia es solo un golpe mediático. Ojalá sea algo en la que unos u otros se equivocaron y todo quede en un malentendido. Lo que me preocupó de este asunto es que a nivel de la gente normal se pueda llegar a pensar que es casi “lógico” que alguien que está en la política se pueda permitir el desviar los recursos públicos para el propio provecho. Duele que se pueda dirigir un dedo acusador hacia una persona por algo tan delicado. Duele que la acusación pueda ser creíble en un servidor público de cualquier ambiente que sea. Porque eso hace que la gente no confíe en quienes están a su servicio. Cuando eso sucede, quiere decir que nos encontramos ante una gravísima crisis moral y política, pues los que deben preocuparse por el bien del pueblo, los que deberían comprometerse con su bienestar, se aprovechan de él.
El que alguien pueda desviar el dinero de ese modo es muy grave. Yo creo que lo sería incluso para quien, de modo legal, se sirviese de su puesto de trabajo al servicio de los demás para el enriquecimiento personal. No creo que debamos ser puritanos de nada en la vida, pero es lastimoso que los seres humanos nos aprovechemos de las posiciones sociales privilegiadas que alcanzamos en la vida, para el propio interés. Y no me refiero a la ganancia legítima que cualquier persona en el mundo laboral o empresarial puede llegar a tener, porque es lógico que quien pone un negocio busque sacar beneficios. Ahí lo único que se podría cuestionar es que los medios por los que obtiene ese beneficio sean correctos y no dañen a otros. La vocación de servicio está en la boca de quienes ostentan la autoridad, en la vida política, en la vida social, en la vida religiosa. Pero hay un elemento que tiene que poseer quien está establecido en autoridad. Se trata de la honradez para luchar por  el bien de los demás, sin buscar el provecho propio. Los que están constituidos en autoridad para servir de los demás, deberían tener un especial cuidado en este punto. ¿Por qué? Porque quien sirve desde la autoridad no puede dar la mínima impresión de abuso de la confianza que se le ha otorgado. Porque no se está ahí para hacer negocio, sino para buscar el bien común de los ciudadanos. Todos tenemos derecho a vivir de lo que servimos, pero no a servirnos de los que servimos.
El simple pensamiento de esos ciento cuatro millones nos tiene que poner a todos delante de un espejo y preguntarnos por la rectitud con la que enfrentamos las responsabilidades que nos son asignadas. Nuestra sociedad necesita de ciento cuatro millones… pero de hombres y mujeres responsables, honrados y honestos. México y el mundo necesitan de líderes éticos, pero esos líderes éticos nacen de hogares éticos, en los que los padres son los primeros en dar ejemplo. Lo que hoy nadie necesita son líderes de ningún tipo (social, político, religioso) que usen lo que reciben para su propio provecho.

1 comentario:

Ana dijo...

"Todos tenemos derecho a vivir de lo que servimos, pero no a servirnos de los que servimos" muy buena frase, pero de suma importancia examinarnos antes de juzgar porque ¿cuántas veces nos hemos llevado a casa cosas de la oficina? o ¿cuántas veces no hemos impreso o fotocopiado trabajos en la misma?...¡empecemos por nosotros! o como cantaba Michael Jackson "I'm Starting With The Man In The Mirror" empecemos con la persona que todos los días vemos en el espejo.