sábado, 30 de septiembre de 2023

EL CAMINO DEL CORAZÓN: "OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES"

 



EL CAMINO DEL CORAZÓN: "OBRAS SON AMORES Y NO BUENAS RAZONES"

HOMILIA XXVI DOMINGO ORDINARIO A 20231001

A veces en la vida juzgamos a los demás por la primera impresión que nos dejan. Sin embargo, como dice el refrán: "obras son amores y no buenas razones", lo que cuenta es cómo nos comportamos, no las palabras con las que nos hemos llenado la boca. La parábola de los dos hijos, invitados a trabajar en la viña del padre, nos puede dejar dos enseñanzas importantes para nuestra vida.
La primera es reflexionar sobre cómo somos los seres humanos: Ninguno de los dos hijos es perfecto, ni hace las cosas bien. Uno se equivoca porque dice que no quiere ir a la viña, el otro se equivoca porque deja al padre colgado en el trabajo que le había encargado.
Los seres humanos a veces nos consideramos buenos por pertenecer a un club o por tener una etiqueta. Eso les pasaba a algunos del pueblo de Israel en tiempos de Jesús, pues pensaban que por el hecho de pertenecer al pueblo elegido y por tener un cargo importante, ya habían cumplido. Es como si por tener un equipo carísimo, los mejores zapatos deportivos y los mejores aparatos para medir calorías y ritmo cardíaco, pensáramos que ya somos grandes deportistas. No somos buenos por tener una etiqueta de cristianos, sino porque nos fijamos en Jesucristo y buscamos imitarlo. No siempre seremos perfectos a la hora de imitarlo, pues somos frágiles y tenemos muchos fallos, pero siempre podremos volver a empezar.
El mensaje que nos deja el hijo que se equivoca es “se arrepintió y fue”, arrepentirse es muy sano, porque nos permite corregir cosas que podremos no haber hecho bien. Arrepentirnos puede no gustarnos, porque lo identificamos con equivocarnos y con el sentimiento molesto de saber que nos hemos equivocado. Sin embargo, el verdadero arrepentimiento nos hace descubrir que podemos hacer las cosas mejor de cómo las habíamos hecho y tomamos el nuevo camino que hemos descubierto. Esto a veces implica la necesidad de quitar lo malo, pero siempre con la idea de hacerlo mejor.
La segunda reflexión brota del hijo que, habiendo dicho que no quiere trabajar, descubre que lo mejor es trabajar en la viña del padre. ¿Cuál es la razón que le hace cambiar? No parece ser el dinero, porque no hay una promesa de un salario, la razón más probable es la relación con el padre, es el amor al padre. Eso es lo que le hace tomar un camino diferente. En cambio, el otro hijo se nos presenta como uno que quiere quedar bien, pues cuando le responde a su padre no le dice: "sí, papá", le dice "sí, señor". No le mueve el amor, solo le mueve la obligación. Y por eso al final no va, porque no había amor en su corazón.
Lo que nos hace mejorar la vida es el amor, que nos permite buscar el camino de lo mejor. A veces los hijos le piden a su mamá que les haga ese pastel tan rico que solo ella sabe hacer. Pero mamá está cansada, o está triste y, en un primer momento, les dice que no. Pero su corazón de madre no puede resistir el cariño y se pone el delantal para empezar a hacer el pastel. El amor es lo que nos hace cambiar, buscar hacer las cosas lo mejor que podamos.
El evangelio termina con un fuerte regaño de Jesús a los que se creían muy buenos. Ante los que se creían ser modelos, Jesús presenta dos antimodelos, como son los publicanos y las prostitutas, para decirnos que incluso en las situaciones más desesperadas, el amor puede cambiar los corazones y llevarlos al camino del bien, pues donde sea que nos encontremos, siempre podremos buscar el camino de Dios, como dice el salmo: "Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza".
El corazón de Dios también está empujado por el amor y es capaz de cualquier cosa por encontrarnos, así dice San Pablo: "Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz."
Dios decidió trabajar en esa viña que es cada uno de nuestros corazones, y, por amor a nosotros, se despojó de lo que fuera necesario para llevarnos a la felicidad. En cierto sentido, Dios “se arrepintió” por amor a nosotros y se hizo como nosotros para llevarnos a él, para que también nosotros, podamos arrepentirnos por amor y hacer el bien a los demás, como también dice San Pablo: "Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo." Ese es el amor verdadero, que en cada Eucaristía se hace pequeño como un trozo de pan, para venir a nuestro corazón frágil y cambiarlo para que pueda encontrar el camino de lo mejor, el camino del bien, el camino del amor y de la ternura, el camino de Dios.

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