En los últimos años, cada vez se oye más acerca de la
terapia familiar, pero ¿qué es?, ¿qué diferencia tiene con las otras formas de
psicoterapia?, ¿para quién es apta? La terapia familiar parte de la idea que la
familia es un sistema, en su interior sus miembros interactúan entre sí y por
tanto se afectan unos a otros, un conflicto individual en cualquiera de sus
miembros puede manifestarse en un conflicto familiar, de igual modo que un
conflicto familiar puede presentarse en un miembro de la familia que va a ser
quien muestre los síntomas, los demás también van a sufrir las consecuencias y
así mismo, pueden colaborar en la solución. La meta es fomentar cambios en la forma de relacionarse
de la familia para que el miembro sintomático deje de ocupar ese lugar.
Metafóricamente hablando, podríamos decir que es como una mesa de billar, en la
que al darle a una bola esta impacta en las demás y se produce un movimiento. En
la terapia familiar, la sesión terapéutica se vuelve un espacio en el cual los
miembros de la familia pueden abordar los temas de conflicto y escucharse unos
a otros, acompañados del terapeuta que va guiando, reflejando, interpretando y
señalando a través de sus intervenciones las interacciones que fomentan el
conflicto, los recursos que cada miembro posee y los que manifiestan como grupo
para salir adelante. Puntualizando, se puede decir que la terapia familiar sigue
tres principios terapéuticos fundamentales:
1) La
confrontación entre los miembros de la familia, que significa hablar acerca del
conflicto y de cómo cada uno participa del mismo
2) la
intervención sobre las interacciones detectando las que son disfuncionales, es
decir, mostrar aquellas pautas de relación que promueven el conflicto
3)
Favorecer que la familia detecte y ponga en practica sus competencias para
salir adelante.
La terapia familiar es similar a la terapia individual en
sus intervenciones pero trabaja con la familia y las relaciones que el paciente
establece con ellas. Hay sesiones que se trabajan con la presencia física de
toda la familia y otras en que se van citando al paciente identificado (al que
manifiesta los síntomas) o a diferentes subsistemas como la pareja, los hijos,
o incluso de manera intergeneracional del mismo género o diferente, por
ejemplo: abuela, madre e hija; esto se determina de acuerdo a la hipótesis terapéutica,
es decir a la explicación que el terapeuta tiene de lo que está provocando el conflicto
y que considera necesario explorar. La Terapia Familiar se indica en las siguientes situaciones:
-Cuando los síntomas del paciente están, claramente y de
manera predominante, situados en la esfera interpersonal
-En prácticamente todas las afecciones del niño
-En las
alteraciones de la adolescencia
-Los
padecimientos del adulto
-Las
psicosis, trabajando junto con el psiquiatra para determinar la medicación
necesaria
-Problemas
de pareja
-En el
tratamiento de adicciones
-En
casi todos los trastornos psicosomáticos
-En
casi todas las afecciones de la tercera edad
Como se ha señalado, casi todos los padecimientos pueden ser
abordados desde la terapia familiar. Se puede decir que básicamente se encuentra
contraindicada cuando alguno de los miembros se encuentre en un delirio
paranoico grave o cuando la intervención en familia pueda ser percibida como
insoportable. Igual que no existe la mejor escuela para todos los niños, se
puede decir que no hay un modelo terapéutico ideal para determinado paciente. Más
bien es encontrar aquel que nos haga sentir cómodos y que favorezca la
resolución del conflicto que lleva a buscar la ayuda de un profesional y que se
convierte en el motivo de consulta. Lo cierto es que el espacio terapéutico, independientemente
del marco teórico que siga, debe convertirse en una experiencia que mejore
considerablemente nuestra calidad de vida.
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