La última semana los titulares de noticieros se han
llenado con los disturbios que una película ofensiva contra Mahoma ha generado
en todo el mundo árabe. Asaltos de embajadas, banderas quemadas, muertos y un
tremendo malestar contra todo lo que sea occidental. Quizá la pregunta no sea
tanto si la reacción es desproporcionada, sino cuales son los límites de la
ofensa a una religión. La ofensa de cualquier modo contra Dios o contra un
elemento sagrado de una religión se llama blasfemia y es algo que a lo largo de la historia se ha
castigado severamente. Hoy nuestra mentalidad no busca tanto el castigo cuanto
el respeto. Y lo que a veces se demanda con particular énfasis es que
aprendamos a respetarnos unos a otros. Cada religión tiene sus símbolos
que se consideran sagrados porque son como los puntales que la sostienen. En el
caso del islam es muy importante la figura de Mahoma, en el caso del judaísmo
es muy importante la ciudad de Jerusalén, en el caso del cristianismo, con
diversos matices, son esenciales las figuras de Jesucristo y en diverso modo,
de la virgen María. Por eso en nuestra sociedad es tan complejo el equilibrio
respecto a la libertad que todos tenemos para expresar nuestras opiniones, como
el respecto que se debe a las creencias religiosas de los demás.
A
los cristianos no nos gusta que se hagan ofensas a la persona de Jesucristo, de
la Virgen María, de los símbolos religiosos, por eso mismo tenemos que respetar
los elementos sagrados de cualquier otra religión. Un respeto que en una
sociedad también tiene que abarcar a los ámbitos laicos. El respeto de la
religión por el laicismo, tiene que ir de la
mano por el respeto de lo laico hacia lo religioso. Es obvio que todo
respeto hacia la forma de pensar del otro tiene un límite, que es la dignidad
de la persona y su libertad.No hay libertad sin tolerancia ni reconciliación. La libertad humana es siempre una libertad condividida con la tolerancia hacia el otro y, por lo tanto, pide solidaridad y unas reglas para vivir juntos.
Cuando una religión es
respetada y cuando la religión respeta, se promueve la coexistencia y
una vida armoniosa por su compromiso común al servicio de las causas nobles. Como dijo recientemente el Papa Benedicto XVI en su viaje al Líbano, la libertad religiosa es un derecho fundamental, que implica el predicar y vivir libremente su propia religión sin poner en peligro la vida y la libertad debe ser posible para todos.La
búsqueda de la verdad no debe imponerse por la violencia, sino por la verdad y
el dialogo. En el momento en que esto se olvida se falsifica todo, se falsifica
la religión y se falsifica el laicismo: porque los fundamentalismos se pueden
vestir de cualquier ropaje. La esencia de toda religión es reconciliar y crear
la paz de Dios en el mundo. Toda iglesia y toda religión tienen que purificarse
de la tentación de imposición. No hay religión verdadera si no es desde la
certeza de que todo hombre es imagen de Dios y que es digno de respeto. Por
ello, el mensaje central de toda religión es contra la violencia y a favor de la
educación, la iluminación de la conciencia con la verdad, el diálogo, la reconciliación
y la paz.
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