lunes, 20 de febrero de 2012

DIAS DE CARNAVAL

Los carnavales son una de las fiestas más controvertidas. Posiblemente la palabra carnaval haga referencia a los días que preceden al quitarse de la carne (carnem levare, de donde se corrompe en carnaval), aunque también quizá esté relacionado con algunas festividades precristianas referentes a la fertilidad. Los actuales disfraces provienen, casi seguro, de la costumbre de usar máscaras para no ser reconocidos en fiestas con un cierto desorden. El carnaval, tal y como lo conocemos hoy, nace del desahogo con el que la gente se prepararía para la cuaresma que inicia en el inminente miércoles de ceniza. Queda claro que los carnavales en la actualidad no son sino ocasiones de fiesta, sin ninguna relación real con las prácticas de penitencia que caracterizan a la cuaresma cristiana. Las variantes del mismo son casi infinitas y, aunque siempre ha habido desenfrenos, la mayoría de las veces, todo es simple diversión. Si a esto le añadimos el aspecto comercial o turístico, hoy el carnaval no tiene ninguna liga con la dimensión religiosa, fuera de la coincidencia de las fiestas en el calendario, un signo más de la pérdida de identidad de la cultura moderna, que mantiene estructuras, festejos, costumbres, pero ha perdido el sentido que les dio inicio y significado.

Los carnavales han sido atacados, suprimidos, reinventados, censurados, condenados, alabados, defendidos, y podríamos añadir un larguísimo etcétera. Si los queremos ver con sensatez es imposible, porque el carnaval mismo es un ejercicio de insensatez. Es dejar salir esa parte de poco racional que todos tenemos. O mejor dicho es dejar que lo racional que nosotros somos se extienda hacia regiones hacia las que normalmente no viaja. Entonces lo racional se hace divertido, se hace simpático, se hace entretenido. Ciertamente que nuestra época no tiene mucho sentido de la moderación. Pero en cualquier juicio sobre lo que sea lo único que no será verdadero es la caricatura por exceso o por defecto. Disfrazarse para carnaval puede ser ocultarse, o puede ser satirizar, o puede ser hacer reír. Hay quienes se ocultan porque no quieren ser reconocidos debido a que sentirían menos el ridículo para su dignidad, pero hay quienes usan máscaras como si fueran armaduras, porque el mundo exterior es agresivo o simplemente no es digno de entrar en el propio corazón. Hay quienes satirizan con sus máscaras, porque al representar a alguien más, le hacen, en su persona, cometer tonterías que posiblemente lo rebajan de una quizá pretenciosa altura. Hay quienes satirizan para dar a entender nadie es más que otro, lleve lo que lleve sobre la cabeza. Y hay quienes solo quieren hacer reír, mostrando el lado simpático o ridículo de la vida, al ponerse unas ropas que normalmente no llevarían. 

La risa… parecería que la risa es la esencia del carnaval. La risa, el descanso, la distensión, es algo necesario para el ser humano. Así lo escribía Santo Tomás de Aquino: El descanso del alma es deleite, como ya dijimos. Por eso es conveniente proporcionar un remedio contra el cansancio del alma mediante algún deleite, procurando un relajamiento en la tensión del espíritu. El carnaval, como muchas de las cosas humanas, va a depender de cómo se quiera vivir. Habrá quien lo viva en el desorden, la inmoralidad, el desenfreno. Habrá quien lo viva en el sano regocijo de vestirse para divertirse. Y hasta ahí no habrá ningún problema. Como decía Erasmo de Rotterdam: Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos.

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