lunes, 24 de octubre de 2011

PREPARANDO LOS MUERTOS

Este lunes comenzamos a preparar la semana de difuntos. Realmente es la semana de los santos, pero como nuestra tradición mexicana recoge más el rasgo de los difuntos, el nombre no le queda mal. Los difuntos son una parte importante de la tradición mexicana y en general latinoamericana. A veces me pregunto por qué y la respuesta que me viene es que pudiera ser que los muertitos necesitan más de nosotros que los santitos. Que los muertitos necesitan que se les recuerde, que se les dé compasión, que se les dé consuelo, mientras los santitos ya tienen todo lo que tienen que para ser felices. En México se cumple muy bien eso que se llama la piedad por los difuntos en las obras de misericordia. La práctica religiosa en el contexto judeocristiano hacia los difuntos es sumamente antigua. Jeremías en el Antiguo Testamento dice: «En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el « ¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo — oráculo de Yahveh» (Jeremías 34,5). También en el libro 2° de los Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva anotaba en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.

Varias tradiciones se agolpan y sintetizan en el día de muertos. Por un lado está la tradición prehispánica de un cierto culto a los antepasados a los que debemos gratitud, respeto, cariño. Aunque originalmente esta celebración se llevaba a cabo al final del verano, con la recolección del maíz, con la llegada de los españoles se asimiló a la fecha de la celebración cristiana. La tradición indígena integra la comida junto a las tumbas, los cantos favoritos del difunto, el naranja de la flor de cempaxúchitl que recuerda el camino del difunto desde el más allá hasta este mundo, los panes de muerto, en los que el túmulo mortuorio se transforma en dulce, en un intento de hacer de la muerte algo menos difícil para los vivos, y por supuesto las calaveras de azúcar dulce mexicano que en todo el mundo identifica la fiesta de difuntos. Estos elementos se incorporan de un modo o de otro en el altar de muertos, ofrenda en la que los difuntos ocupan un lugar dentro del hogar durante unos días. Estos son aspectos que no debemos perder ante el empuje de otras costumbres de tipo sajón que se han ido concretando en torno a la fiesta de halloween. Queda de modo muy especial el hecho de que para la visión indígena los difuntos no han desaparecido de la vida de los vivos. Siguen presentes con sus gustos, sus personalidades, sus palabras y consejos. por qué no prepararnos para esta gran fiesta dándonos cuenta de que los nuestros no se van de modo definitivo.

1 comentario:

María Cristina González dijo...

Padre qué bien me ha caído su comentario, en los últimos 5 meses (del 29 de mayo al día de ayer) han acontecido 7 muertes cercanas, que en mayor o menor medida, me han afectado y justamente su reflexión final "no están lejos de nosotros" ha sido la mejor experiencia: no están lejos por lo que me enseñaron, lo que me edificaron, por que han sido motivo de especial oración y de poner la mirada en la eternidad. Pero sobre todo no están lejos porque como dijo el P. Viso en la homilía de la misa de una de mis grandes amigas: cerró los ojos y cuando los abrió se encontró con el rostro de Jesucristo, ¡en qué gran esperanza se convierte la muerte cuando ve uno partir a la gente en Dios!, gracias padre, un abrazo y feliz día de muertos...!!!