miércoles, 24 de agosto de 2011

LAS RELIQUIAS DE LA VIDA

 A partir de este jueves, Juan Pablo II volverá a caminar por México. Lo hará a través de un poco de su sangre, símbolo de donación de la persona. La reliquia que nos visita es un poco de su sangre, que se obtuvo en un momento de su enfermedad en previsión de una posible transfusión que finalmente ya no se pudo llevar a cabo. Esta reliquia de su persona, nos lo recuerda, nos lo hace presente, pone ante nuestros ojos y ante nuestro corazón el regalo de Dios que fue para la humanidad la vida de Karol Wojtila. Se llaman reliquias en la Iglesia católica a los restos de los santos después de su muerte. La palabra viene del latín y significa literalmente restos. Ya desde los primeros momentos del cristianismo ha existido la certeza de que el cuerpo de las personas consideradas santas es un camino para acercarse a Dios. Que así como Dios actúa a través de estas personas en su vida, también actúa a través de sus restos en su muerte. Es el sentido de la veneración de las tumbas de los mártires y de los santos y de encontrar en sus restos, una vez que han muerto, una forma poderosa de acercarse a pedir la misericordia de Dios. Las reliquias pueden ser de varios tipos, las más importantes son las que se refieren al cuerpo de la persona santa, luego están las que se refieren a instrumentos que el santo haya usado y finalmente las que provienen de haber estado en contacto con el cuerpo del santo.

Es importante recordar que las reliquias no son mágicas, ni mecánicas, las reliquias son un poderoso recuerdo de una persona que nos fortalece en la fe, para pedir a Dios por una necesidad que nosotros sentimos especial. Pensar que las reliquias por sí mismas hacen milagros sería superstición y oscurantismo. Dejando esto en claro, es importante resaltar el sentido de la presencia de esta reliquia de Juan Pablo II precisamente en este momento de México. Es llamativo que, en medio de la violencia, el desencanto y la incertidumbre, sea un poco de la sangre de este gran hombre lo que nos invite a la reconciliación, a la paz, a la oración. La sangre de Juan Pablo II viene a México para que México deje de derramar su sangre. La sangre de Juan Pablo II viene a México para que los mexicanos entendamos que no es con la violencia con lo que se sale adelante en la vida, que no es con la ambición prepotente con lo que se triunfa en la existencia. La sangre de Juan Pablo II viene a recordarnos que lo que da sentido a la vida es la capacidad de compromiso sincero para construir una mejor sociedad.

Esta es la fuerza de una reliquia, hacer más vigorosa nuestra fe, saber que en nuestras tribulaciones no estamos solos, tener la certeza de que habido alguien que ha enfrentado grandes dolores y que su fuerza está junto a nuestra debilidad. Una fuerza que no es de una persona humana, una fuerza que como cristianos creemos que es de Dios. Cuando en los próximos días tengamos la oportunidad de acercarnos a orar ante la reliquia de Juan Pablo II, tengamos presente que ese poco de sangre no nos habla de la muerte, nos habla de la vida digna a la que todos tenemos derecho como tantas veces nos recordó Juan Pablo II el amigo de México. No es una reliquia de muerte, es una reliquia de vida.

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