lunes, 17 de enero de 2011

UNA PIEDRA EN EL AGUA

Los periódicos se llenan de noticias que fotografían el mundo cotidiano, un mundo lleno de violencias, de agresiones, de corazones endurecidos. Rara vez los periódicos entran en las causas de esos mismos problemas, en las raíces que hacen que el mundo esté como está. Pero todos estos problemas tienen un factor común, que es el corazón humano, lo que hay o no hay en el corazón humano. Cuentan que una vez le preguntaron a Gandhi qué opinaba el del mundo occidental. El se acercó a un arroyo, sacó una piedra totalmente empapada y la partió, mostrando el centro totalmente seco. Este es –dijo Gandhi- el mundo occidental. Lleva dos mil años bañado por la religión cristiana, pero su corazón está totalmente seco. Mucha gente ha ido este año a dar gracias a Dios por el año que se acabó y a pedir que le vaya bien en el año que comienza. Sin embargo a mí siempre me queda la duda de si no estaremos siendo piedras en el fondo de un rio que nunca experimentamos la frescura del agua en la dureza de nuestro interior.
Si el ser humano no abre su corazón a la experiencia de la que la religión es intermediaria, no podrá jamás transformarse. Si el ser humano no hace vida lo que se ha sembrado por la experiencia religiosa dentro de su corazón, acabara deformando la religión hasta hacerla una autentica caricatura. Sin embargo, todo esto no quita una realidad. Y es que la humanidad, a través de sus creencias y ritos, ha manifestado a lo largo de su historia una búsqueda incesante de Dios. La dimensión religiosa es una característica innegable del ser y del obrar del hombre, la medida de la realización de su destino y de la construcción de la comunidad a la que pertenece. Todos los seres humanos buscan de modo consciente o inconsciente la verdad, el bien, la bondad, la vida plena y es el Creador quien da respuesta a esta búsqueda.


Otra cosa muy distinta es como viva el ser humano esta realidad. Por desgracia no habido ninguna estructura religiosa que se haya visto libre de la corrupción del corazón humano. De poco sirve la religión si el ser humano la mancha con sus avaricias, sus iras, su intento de pisotear al otro, su afán por despreciar a los demás. De poco sirve cruzar las puertas del templo si no abrimos las puertas de nuestro corazón al dueño del templo.

Parecería que la religiosidad no tiene mucho que ver con el desarrollo concreto de los seres humanos. Parecería que es propio de pueblos subdesarrollados que no tienen otros recursos para encontrar explicaciones a sus problemas y dificultades. Pero cuando el ser humano seca en su interior la fuente de su relación con Dios, el mundo no es un mejor lugar para vivir. Y no es que la religión como estructura externa sea la solución de los problemas del mundo. Lo es cada ser humano que vive con coherencia la presencia de Dios en su corazón que deja que la experiencia religiosa moje su vida, que deja que la verdad, el bien, la bondad, sean los ejes de su actuar. Posiblemente parezca que no cambia mucho el mundo que te rodea. Pero tú habrás cambiado y eso hará el mundo un lugar mejor.

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