viernes, 22 de octubre de 2010

LA RECETA PARA GANAR EL NOBEL

Todos hemos oído hablar de los premios Nobel que cada año se dan a los más destacados personajes del mundo en algunas ramas del actuar humano. Estos premios tienen a veces un rostro polémico porque, como sucede con todas las cosas humanas, algún prejuicio tuerce o dirige las decisiones del tribunal que asigna los galardones. Precisamente, en un día como hoy, pero de 1833, nacía en Estocolmo, Suecia Alfredo Nobel, inventor y químico sueco, descubridor de la dinamita. Nobel patentó el invento y de este modo se hizo multimillonario. Sin embargo, al poco tiempo, vio como su descubrimiento servía para matar millones de vidas humanas en los campos de batalla. A Nobel esto le generó un fuerte sentido de culpa, que le llevó a disponer de todos sus recursos para una fundación, que otorgara premios a aquellas personas que ofrecieran una ayuda particularmente destacada a la humanidad. Así cada año se otorga el Premio Nobel de la paz, el de medicina, el de matemáticas, el de física, el de literatura, el de química, no sólo a una persona que es buena en su campo, sino a quien aporta algo que contribuye al bien de los demás. Aunque esto a veces es un poco polémico, la idea es muy buena.

La lección de Alfredo Nobel también tiene que llegar a nuestras vidas. Todos podemos ser un Premio Nobel, no tanto porque seamos buenos, sino porque nos preocupamos por hacer un bien a los demás. Hoy se oye mucho eso de que fulano es una buena persona, y eso no tenemos por qué discutirlo. Pero ese no es el problema. El problema es si nuestra bondad se convierte en acciones buenas para los demás. Es importante descubrir en qué podemos ser buenos, porque todos podemos serlo en algo, pero es más importante descubrir en qué podemos hacer el bien. De otra manera, lo bueno que somos se puede quedar encerrado en las rejas de nuestro egoísmo. La bondad, como dicen los filosofos, tiene que ser expansiva por sí misma, si no, algo le falta.

Alfred Nobel nos enseña otra cosa: cuando hacemos un mal, siempre lo podemos transformar en un bien. La dinamita que él descubre, acabó siendo ambigua, como tantas cosas humanas: se podía usar para el bien, pero miles de veces se usó para el mal. Alfred nobel encontró la manera de que lo que venía de un mal, se convirtiera en un estimulo para el bien. Esos son los premios nobel, hombres y mujeres que hacen de su actividad, un bien importante para la humanidad. A veces en la vida veremos que las cosas buenas se tuercen y empiezan a producir males. Pero siempre podremos trabajar de tal manera, que todo eso acabe siendo positivo. De este modo, aunque nadie nos de un premio, estaremos haciendo que el bien sea más fuerte a nuestro alrededor.

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