
Este año, la fiesta tiene un tono especial, pues se conmemoran los doscientos años del inicio del movimiento independentista que terminaría once años después con la separación definitiva de la Madre Patria. Doscientos años en los que el país se ha visto enfrentado a sí mismo, con sus maravillas y sus contradicciones, con sus culturas originales, sus culturas acrisoladas en una maravillosa síntesis y las culturas que poco a poco han ido llegando por la convivencia natural de México en la sociedad global.
Estos eventos nos invitan a reflexionar para recoger en nuestro espíritu los latidos del corazón mexicano. Latidos que para algunos serán reclamos, y para otros compromiso, latidos que nos llaman, como la campana de Dolores, a plantearnos la responsabilidad personal y comunitaria, familiar y social, que tenemos de construir un México que pueda aportar sus riquezas en el contexto que ahora toca vivir. Reflexiones que proponen un desafío para todos los que vivimos en México.
Es necesario llevar a la vida nuestras convicciones de lo que significa un México mejor. No basta con llenarnos la boca de declaraciones altisonantes. El problema siempre estará en el cómo llevarlo a cabo. No es fácil pasar del análisis a la vida, de la constatación de las necesidades, a la solución de las mismas. La mayoría de las veces esta división se produce porque en nuestro entorno, o en nuestra persona. hay situaciones o actitudes que dificultan, frenan, o se oponen a la transformación que podríamos ver como necesaria.
Nuestra historia está llena de momentos en los que se ha tomado clara conciencia de la importancia de un cambio radical, baste pensar en el proyecto de síntesis cultural que Cortés quiso llevar a cabo trayendo los misioneros de España, o en las inquietudes éticas que se encontraban detrás de los hombres y mujeres que dieron inicio al proceso independentista, o la visualización de las reformas necesaria que con gran dolor se produjeron en tiempos de Juárez, o las inquietudes sociales que subyacían al proceso revolucionario de los años veinte del pasado siglo, o los movimientos sociales que dieron rostro a la nueva sociedad mexicana en la transición de milenio.
Las fiestas patrias y el recuerdo del bicentenario son momentos en que la historia se hace actual para preguntarnos por nuestro modo de vivir en la actualidad, por la capacidad que tenemos para hacer del ayer inspiración para nuestro hoy, para preguntarnos si estamos comprendiendo el pasado para actuar en el presente y preparar el futuro.
1 comentario:
Gracias Padre por su reflexion, aveces caemos en la apatia o en la indiferencia ante la situacion que vive nuestro pais; sin embargo nuestra conciencia de responsabilidad social y sentido común entra en acción para aportar un pequeño grano de arena para formar una nacion en que podamos vivir en armonia y en favor de ésta. Debemos fomentar la nacionalidad no solo un mes sino todos los dias; que nuestros hijos imiten nuestra educacion civica en acciones y esto se convierta en un efecto domino. Valoremos nuestra tierra, nuestra identidad de ser mexicanos y sentirnos orgullosos de nuestras raices indigenas. Gracias.
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