domingo, 19 de junio de 2022

 FELIZ DIA DEL PADRE



Hoy parece que lo que hace grande a un ser humano es lo famoso que es: admiramos a superhéroes, a grandes deportistas, a buenos artistas, a influencers o tiktokeros, personas todas ellas que llenan nuestras pantallas o nuestros periódicos. En este domingo, en el que además celebramos el día del padre en México, nos tendríamos que preguntar quién es la persona verdaderamente grande. Cuando Jesús les pregunta a sus discípulos quién piensa la gente que es Él, ellos responden asemejándolo a los personajes más importantes de su cultura y dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Incluso cuando Jesús les pregunta qué es lo que ellos piensan de él, Pedro, en nombre de todos los demás, responde poniéndolo aún más arriba: Tú eres el Mesías de Dios. Pedro señala a Jesús como el que va a llenar de felicidad al pueblo judío, realizando todas las cosas buenas que Dios había prometido al pueblo de Israel. Para los apóstoles Jesús es el más grande.

Si a nosotros nos preguntasen algo así, quizá responderíamos de un modo semejante, señalando a Jesús como el mejor de todos, el más grande de todos, mejor que cualquier superhéroe de Marvel, o que cualquier otro líder del mundo. La pregunta que podría venirnos es, ¿cómo es que Jesús es superlíder? En este domingo se nos responde a esta pregunta en las lecturas y el evangelio. Cuando a Jesús le dicen que es el Mesías, él nos da su visión de lo que significa ser el más importante de todos, el salvador del mundo. Lo que nos hace importantes es la capacidad de entregarnos, de darnos de modo completo, de pagar el precio necesario para vencer el mal, para hacer el bien, para ser feliz haciendo felices a los demás.
Por eso Jesús nos comparte lo que a él le hace grande: dar la vida por todos nosotros, para redimirnos de nuestros pecados, para que otra vez el amor de Dios pueda estar en nuestro corazón. Es un misterio por qué Jesús tuvo que sufrir tanto, pero queda claro que su amor es mayor que ese sufrimiento y que su amor es que su amor es lo que le hace vencer al pecado con su cruz y darnos la vida eterna con su resurrección. Así es como Jesús es grande, no con discursos importantes, no con milagros espectaculares. Jesús es grande con un corazón capaz de pagar cualquier precio para demostrar su amor, el amor de Dios por cada uno de nosotros.
Al revés de lo que sucede en nuestra cultura, en la que medimos la importancia de una persona por los seguidores que tiene en las redes sociales, la importancia de Jesús se manifiesta cuando todos le rechazan incluso hasta llevarlo a la cruz, porque ahí se manifiesta lo infinito de su amor.
Pero esto no es todo. Hay algo más que hace grande a Jesús, además de lo que él hace. Jesús es grande por lo que él nos hace. ¿Qué es lo que nos hace? Esto nos lo dice San Pablo: Jesús nos hace hijos de Dios, Jesús nos da la misma dignidad a todos, Jesús nos hace herederos de la felicidad eterna. Jesús nos regala una grandeza que nadie puede igualar. Cuando en las películas el superhéroe vence al malo, la gente sigue teniendo su vida de siempre. Cuando Cristo vence al mal con su amor hasta morir y resucitar por nosotros, nosotros cambiamos, nos llenamos de dignidad, elimina las diferencias que el egoísmo, o el dinero, o la sociedad generan entre nosotros, y nos enriquece con la más importante de las herencias, la vida eterna llena de felicidad.  Esto en nosotros sucede por el bautismo que nos reviste de Cristo y se hace realidad cada vez que comulgamos, cuando Cristo se hace uno con cada uno y con todos nosotros. Por eso la primera lectura nos invita a volver a mirar a Cristo, a reconocer que lo necesitamos y a dejar que brote la fuente de su amor en nuestro corazón que nos haga fuertes ante nuestros males y comprometidos con el bien.
Así llegamos a la parte final del evangelio, cuando Jesús nos dice que tenemos que tomar la cruz y que tenemos que perder la vida. Jesús no nos dice que tenemos que ser muy sufridos, sino que tenemos que hacer que el código genético de todo nuestro comportamiento sea nuestra capacidad de amar, por encima de lo que nos puedan costar algunas cosas, y sobre todo por encima de nuestros egoísmos.
Hoy que celebramos a los papás en México vemos que lo que hemos reflexionado puede ser un precioso plan de vida para quienes han tenido el don de engendrar hijos. Ser padre no es ser superhéroe, ser padre es ser como Jesús, capaz de entregar su vida, ir más allá de las dificultades y de los rechazos, llenar de dignidad a las hijas y los hijos que Dios ha puesto en su vida. Hoy los felicitamos y le pedimos a Dios que cada uno de ellos reciba el don de entender que están llamados a acoger la propuesta de amar sin condiciones que es la única condición para ser felices y hacer felices a los hijos que Dios les ha dado.
(HOMILÍA DOMINGO XII TO CICLO C 20220619)

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