miércoles, 7 de agosto de 2013

UN SEGUNDO DESPUÉS (EN MEMORIA DEL ACCIDENTE EN SANTIAGO)


Hace unos días, todos estábamos conmovidos por la muerte de casi ochenta personas en un trágico accidente en Santiago de Compostela. Por los medios de comunicación pudimos ver la impresionante escena del choque del tren: Cómo se iba acercando poco a poco al momento en que ya sería imposible frenar. Cuando lo vi por primera vez, pensé en los pasajeros en el segundo anterior al choque. Ninguno de ellos esperaba nada, hasta que se produjo la tragedia entre hierros retorcidos. Luego me dije que esa escena podría ser la escena de cada una de nuestras vidas, porque hay un segundo en el cual ninguno de nosotros sabe qué es lo que va a ser en el segundo siguiente. No quiero ponerme trágico, sino solo compartir algunos pensamientos sobre los diversos papeles que de modo inesperado nos ofrece la vida.

El accidente del tren sacó a la luz varios protagonistas: por una parte, el maquinista un hombre para el que toda su existencia ya estará marcada por la tarde del 24 de julio del 2013. A donde vaya, será el hombre que, por un despiste, una inconsciencia, no por maldad, no por venganza, pero una inconsciencia que causó la muerte de casi 80 personas. Luego, están todos los que se volcaron para ayudar. La tragedia de otros los hizo voluntarios, los hizo generosos, los hizo sacrificados. Los vecinos, los bomberos, los socorristas, los paramédicos, los de los servicios de salud, los psicólogos, los capellanes de los hospitales. Todos ellos tenían otros planes para el día 25, pero un segundo, del que ellos no eran responsables, les cambió todo. Y estuvieron ahí para dar la mano, para socorrer, para curar, para rescatar, para consolar. Ninguno de ellos era un héroe, pero sacaron de si lo mejor para apoyar a quien lo necesitaba en ese momento. En tercer lugar, están los que se salvaron, los que solo sufrieron unas pocas heridas, los que pudieron invocar la palabra “milagro” en su vida. Ellos no buscaron salvarse, sólo no tuvieron el desenlace de los demás. Ahora viven agradecidos y entienden lo que es un segundo de vida en la existencia y el valor de los que los ayudaron y la ausencia de los no siguieron con vida. Finalmente, están los que murieron, ellos son otro misterio. Ninguno de ellos estaba preparado para morir, ninguno de ellos se había despedido para nunca más volver. Todos tenían planes, propósitos, todos esperaban ver unos ojos en la estación. Pero un segundo en una curva rompió todo lo que esperaban. Si la vida es un misterio, la muerte lo es más.

Ya han pasado casi dos semanas de esto. Pero todos nosotros seguimos teniendo un segundo más. Ojalá pudiéramos aprovechar ese segundo para ser más conscientes de lo que tenemos entre manos, para responder con generosidad a lo que sucede a nuestro lado, para ser agradecidos por todo lo que se nos da con cada amanecer, para tener esperanza pase lo que pase en nuestras vidas. El tren de Santiago fue distinto un segundo antes y otro después. Ojalá tengamos el valor de vivir bien cada uno de los segundos de nuestra vida. QUE LOS QUE MURIERON DESCANSEN EN PAZ Y SUS FAMILIAS ENCUENTREN CONSUELO.


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