Hace unos días, todos estábamos conmovidos
por la muerte de casi ochenta personas en un trágico accidente en Santiago de
Compostela. Por los medios de comunicación pudimos ver la impresionante escena
del choque del tren: Cómo se iba acercando poco a poco al momento en que ya sería
imposible frenar. Cuando lo vi por primera vez, pensé en los pasajeros en el
segundo anterior al choque. Ninguno de ellos esperaba nada, hasta que se
produjo la tragedia entre hierros retorcidos. Luego me dije que esa escena
podría ser la escena de cada una de nuestras vidas, porque hay un segundo en el
cual ninguno de nosotros sabe qué es lo que va a ser en el segundo siguiente.
No quiero ponerme trágico, sino solo compartir algunos pensamientos sobre los
diversos papeles que de modo inesperado nos ofrece la vida.
El accidente del tren sacó a la
luz varios protagonistas: por una parte, el maquinista un hombre para el que
toda su existencia ya estará marcada por la tarde del 24 de julio del 2013. A
donde vaya, será el hombre que, por un despiste, una inconsciencia, no por
maldad, no por venganza, pero una inconsciencia que causó la muerte de casi 80
personas. Luego, están todos los que se volcaron para ayudar. La tragedia de
otros los hizo voluntarios, los hizo generosos, los hizo sacrificados. Los
vecinos, los bomberos, los socorristas, los paramédicos, los de los servicios
de salud, los psicólogos, los capellanes de los hospitales. Todos ellos tenían
otros planes para el día 25, pero un segundo, del que ellos no eran
responsables, les cambió todo. Y estuvieron ahí para dar la mano, para
socorrer, para curar, para rescatar, para consolar. Ninguno de ellos era un
héroe, pero sacaron de si lo mejor para apoyar a quien lo necesitaba en ese
momento. En tercer lugar, están los que se salvaron, los que solo sufrieron
unas pocas heridas, los que pudieron invocar la palabra “milagro” en su vida.
Ellos no buscaron salvarse, sólo no tuvieron el desenlace de los demás. Ahora
viven agradecidos y entienden lo que es un segundo de vida en la existencia y
el valor de los que los ayudaron y la ausencia de los no siguieron con vida. Finalmente,
están los que murieron, ellos son otro misterio. Ninguno de ellos estaba
preparado para morir, ninguno de ellos se había despedido para nunca más volver.
Todos tenían planes, propósitos, todos esperaban ver unos ojos en la estación.
Pero un segundo en una curva rompió todo lo que esperaban. Si la vida es un
misterio, la muerte lo es más.
Ya han pasado casi dos semanas de
esto. Pero todos nosotros seguimos teniendo un segundo más. Ojalá pudiéramos
aprovechar ese segundo para ser más conscientes de lo que tenemos entre manos,
para responder con generosidad a lo que sucede a nuestro lado, para ser
agradecidos por todo lo que se nos da con cada amanecer, para tener esperanza
pase lo que pase en nuestras vidas. El tren de Santiago fue distinto un segundo
antes y otro después. Ojalá tengamos el valor de vivir bien cada uno de los
segundos de nuestra vida. QUE LOS QUE MURIERON DESCANSEN EN PAZ Y SUS FAMILIAS ENCUENTREN CONSUELO.
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