Cada 13 de Junio celebramos a San
Antonio de Padua, un santo, como se dice, muy milagroso. San Antonio es el
santo que más rápidamente fue canonizado en la iglesia, pues fue declarado
santo al año de haber fallecido, el 30 de mayo de 1232. Aunque se le atribuyen muchos hechos maravillosos, los verdaderos milagros de San Antonio se producían cuando él hacía que los hombres se alejasen del mal y volvieran al bien. Mas que los milagros de
los cuerpos, San Antonio llevaba a cabo los milagros de los corazones. San Antonio es muy famoso por ayudar a
encontrar las cosas perdidas, por ser protector de los pobres e intercesor de
quienes no encuentran con quién casarse. A lo mejor, quizá por eso es que San Antonio
pertenece al grupo de los patronos de las cosas imposibles, junto con san Judas
Tadeo y san Charbel.
Ciertamente que, en
todo el tema de la invocación a los santos puede haber siempre algo de
superstición, como si la relación con Dios fuera algo mecánico, y que por poner
a San Antonio de cabeza, o por ir el día 28 a la iglesia de san Judas o colgarle
un listón a san Charbel, ya todo fuera a ir mejor en la vida. La verdad es que
los milagros los hace la fe en Dios y que los santos no son milagrosos por
ellos mismos, sino que son buenos intercesores ante Dios para pedir por
nuestras necesidades. Entonces ¿tenemos que creer en los santos milagrosos como
San Antonio o no? La respuesta es que nunca debemos confundir la fe con la superstición,
ni la confianza en la providencia con la falta de responsabilidad en las cosas
que a nosotros nos toca hacer. Así que le podemos rezar a los santos, pero sin
olvidar nunca que lo principal en la vida es caminar con autenticidad en lo que
a cada uno le toca vivir.
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