Normalmente,
dedicamos días especiales a situaciones
o personas que nos generan afecto, como el día de la madre o el día del medio
ambiente. Sin embargo, el día uno de mayo lo dedicamos a algo que, si pudieran, muchos seres humanos lo evitarían, pues hoy se celebra, en varias partes del
mundo, el Día Internacional De Los Trabajadores. Esta conmemoración comenzó por parte de los movimientos
obreros americanos y europeos, en un momento de la historia en que se estaba
formando una visión clara de los derechos de los trabajadores. El Día
Internacional de los trabajadores, que es como se llama oficialmente la fecha
de hoy, se ubica en el contexto de los inicios de la revolución industrial en
los Estados Unidos, donde la oferta de trabajo provocaba la generación de
villas de miseria que acogían a cientos de miles de obreros. Cuando el uno de mayo de 1886 estalla una
huelga para reclamar una jornada justa de trabajo, la represión policial tiene como resultado seis
muertos, que se convirtieron en el símbolo de la lucha de los trabajadores por
unas condiciones más justas y dieron origen a esta celebración.
Pocos
años después, en 1891, el Papa León XIII publica la gran carta social del
catolicismo bajo el título de Rerum Novarum (de las nuevas cosas) en la que
denunciaba la situación en que se encontraba la clase obrera con palabras como
estas: “es urgente proveer de
la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría
la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa, ya
que, disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún
apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones
públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue
insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la
inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”.
Posteriormente, el 1 de mayo de 1955, el Papa Pio XII instituía la fiesta de
San José Obrero, para destacar el sentido cristiano del trabajo, del que el
Concilio Vaticano II diría: los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento
para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en
servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan
la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo
personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia. Siguiendo esta huella, los Papas siguientes han
dejado una magnífica enseñanza sobre el trabajo humano, que hace de la tierra
una morada digna de toda la familia
humana y, al perfeccionar la creación, perfecciona al ser humano.
Hoy recordamos que el trabajo permite al ser humano solucionar cómo comer,
vestirse y atender sus necesidades primarias personales y familiares, y que,
además, el trabajo debe ser visto como la actividad con la que el ser humano
realiza sus capacidades y coopera al progreso de la sociedad. Durante mucho
tiempo, se hablaba del trabajo como de una maldición bíblica. Hoy somos cada vez
más conscientes de que el trabajo es parte importante de la realización del ser humano y una bendición que hemos de cuidar y perfeccionar cada día.
Ciertamente,
hay trabajos más vistosos que otros, pero los trabajos que se llevan los aplausos
no son posibles sin los trabajos de quienes nadie conoce ni reconoce. En este
día es de honor reconocer a todos aquellos que hacen, con su trabajo, que la
sociedad funcione: en sus comunicaciones, en su transporte, en sus drenajes, en
su seguridad, en su sanidad, en su limpieza, etc. Cuantas personas son invisibles
para nosotros y sin su trabajo no podríamos vivir. Por ello, además de
reivindicar la gran dignidad de los trabajadores y sus importantes derechos,
hay que recordar que no hay trabajo insignificante, pues toda actividad humana
hace mejor y más provechosa la convivencia de la sociedad... Hoy tenemos que
felicitar a todos los que con su trabajo buscan que este mundo sea excelente, y
ser muy agradecidos y respetuosos con quienes hacen nuestra vida mejor y más llevadera.
1 comentario:
Otra observación aguda, sincera y "al grano". Llamando cosas por su nombre. Gracias y felicidades, Cipriano!
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