martes, 8 de enero de 2013

EL AÑO NUEVO DEL HOBBIT



Muchos de nosotros habremos visto en estos días la película “El Hobbit”, un viaje inesperado. Los hechos transcurren 60 años antes que los de El Señor de los anillos. Su protagonista es Bilbo Bolsón, un hobbit[1] a quien el mago Gandalf embarca como rastreador en una peligrosa aventura junto a trece guerreros enanos, con el objetivo de recuperar un tesoro que ha sido robado en el pasado por un dragón llamado Smaug. Durante esas correrías, el tranquilo hobbit Bilbo se verá las caras con orcos[2] y trasgos, pero también entrará en contacto con el anillo único de poder y su siniestro propietario: Gollum. Esta primera entrega del film cuenta con una magnifica realización técnica, pero a mí me llamó más la atención el simbolismo que tiene, muy adecuado para esta época del año en que abrimos las primeras hojas del 2013. Casi podríamos decir que la vida de cada ser humano es como el viaje que emprende Bilbo, un viaje que tendrá que enfrentar el mal y el bien, la miseria propia y la de los demás. Quizá, para muchos, el mundo de "El Hobbit", como el de "El Señor de los Anillos", pueda parecer una simple fantasía, pero lo podemos convertir en una parábola de la vida. 
Cada año es como si empezáramos un viaje, un viaje que se nos puede presentar cuesta arriba, porque tenemos que dejar nuestra comodidad para enfrentar diariamente diferentes realidades. Como en el caso de Bilbo, el año está delante de nosotros y no sabemos adónde nos va a llevar. Comienza la cuesta de enero, comienza un año más, comienza, en cierto sentido, una aventura que está en nuestras manos vivir. No importa si es en el metrobús de todos los días, o en ese trabajo rutinario que hacemos casi mecánicamente. 
Las aventuras de la película “El Hobbit” podrían ser tomadas como diferentes situaciones en las que se desarrolla la vida y cada uno sabrá sacar la enseñanza propia. Pero si lo tomamos como una parábola del año que estamos comenzando, “El Hobbit” nos hace ver que no podemos cerrarnos ante lo que el año nos va a deparar. Como el protagonista de “El Hobbit”, todos tenemos que encontrar un sentido en la vida, que no puede ser quedarse fumando en pipa a la puerta del propio hogar. Encontrar el sentido de la vida, lo vemos en la película, implica ponerse en camino, algo nada fácil, porque salir de la propia rutina es una de las decisiones más complicadas que tenemos que tomar los seres humanos. Sin embargo, como hace Gandalf con Bilbo, alguien se nos cruza en la vida y nos cambia la existencia, cuando nos da una misión para llevar a cabo. En el interior de cada uno de nosotros puede vivir algo distinto en el año que empieza, si subimos la cuesta de enero con un sentido de vida y con un corazón dispuesto a hacer algo por los demás, y esas dos cosas las podemos construir todos los días. De ese modo, podremos decir cada día, cuando nos levantemos, la misma frase con la que termina la película: lo tomaremos como una señal, una buena, lo peor ha pasado ya. 

[1] Los hobbits son una raza ficticia de seres antropomorfos imaginados por J. R. R. Tolkien en la novela El Señor de los Anillos. Están emparentados con los hombres y se caracterizan por su baja estatura, la abundante vellosidad que les crece en el empeine de los pies, las orejas algo puntiagudas y una figura normalmente rolliza.
[2] Orco en esta misma historia es un tipo de ser humanoide, de aspecto desagradable y actitud agresiva y sangrienta. El trasgo o goblin es de la misma especie, pero más pequeño.

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