martes, 11 de diciembre de 2012

MILAGROS DEL TEPEYAC



Un año más los caminos de México se llenan de peregrinos que tienen la mirada fija en el templo del Tepeyac. Un año más, nos admiramos que un lienzo que presenta una imagen religiosa convoque a todos los mexicanos para descubrir en lo que nos inspira, un motivo para seguir luchando día a día por nuestras familias, por nuestros valores, por nuestra sociedad. La imagen de la Guadalupana es una imagen llena de misterio. Misterio, por su maravillosa conservación, pues la fibra de agave de la que está hecho tiene una duración de apenas diez años y el manto de Juan Diego lleva cautivándonos desde hace casi cinco siglos. Misterio, porque lo que entre comillas llamamos “pintura” tiene color en sus hilos, pero no tiene ni base para la pintura y, lo que es más llamativo, no tiene pinceladas. Misterio, porque, desde 1929, los científicos han descubierto que los ojos de Guadalupe reflejan manchas como si fuesen humanos, y porque estudios muy serios han comprobado que las flores y las estrellas presentes en la imagen se empalman perfectamente tanto con los volcanes de México como con las constelaciones presentes en el cielo al momento de las apariciones. Misterio, porque no se conoce desde el punto de vista humano cómo se pudo haber formado la imagen de la Virgen María cuando el indígena y vidente, san Juan Diego, desplegó el manto ante el obispo fray Juan de Zumárraga en diciembre de 1531.
 

Pero sobre todo, el gran misterio no es que la imagen siga presente en el cerro del Tepeyac, sino que la devoción a María de Guadalupe siga viva en nuestros corazones. En medio de tantas crisis, de tanto materialismo, de tanto consumismo, su dulce mirada sigue invitándonos a buscar la verdad, el bien, la justicia como dice la oración de la misa de este día: Padre de misericordia, que has puesto a este pueblo tuyo bajo la especial protección de la siempre Virgen María de Guadalupe, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, profundizar en nuestra fe y buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz. Este es el gran milagro guadalupano, que nuestros corazones mexicanos sigan llenos de esperanza. 

La devoción a la virgen de Guadalupe no necesita de mitos raros, como el que dice que la imagen se encuentra flotando, o que la tilma tiene una temperatura corporal similar a la de un ser humano. Esos solo son detalles fantásticos, innecesarios para demostrar que la imagen es de verdad milagrosa, cuando ves los ojos y los corazones llenos de fe que pasan por millones a sus pies. Yo sí creo en Guadalupe, creo en su mirada dulce, creo en sus manos juntas, creo en su piel mestiza. Creo en sus palabras que me ayudan a no tener miedo porque ella sigue cuidando de México desde el cerrito del Tepeyac. Seguramente, mañana, día 13 ,parecerá que nada ha pasado. Pero para todos los que amamos a México, nuestro corazón estará más fortalecido, no con los milagros de la tilma de Juan Diego, sino con el milagro de poder mirar el futuro con un compromiso lleno de esperanza desde un corazón guadalupano.


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