sábado, 22 de septiembre de 2012

SOMOS TU FAMILIA: ¿Cómo viven los niños un duelo? Por Elisa Urbina



Cuando se presenta una muerte cercana en la familia o amistades, los niños ponen en alerta todos sus sentidos; ven los gestos de sus padres y familiares y aunque no comprendan lo que sucede, saben que es una situación importante, por lo que intentan interpretar lo que pasa a su alrededor. En todos los actos y palabras, los padres deben transmitir serenamente a los hijos la sensación de compartir el duelo con ellos. Esto se logra informándolos y dándoles el espacio para expresar sus sentimientos. La muerte afecta de manera diferente a los niños, causando un impacto importante en ellos. Su comportamiento se ve alterado por el difícil hecho de sobrellevar la pérdida, generando en algunos casos cambios psicológicos y emocionales que se manifiestan como:
·Incapacidad para manejar sentimientos intensos:
·Baja tolerancia a la frustración.
·Baja capacidad para aceptar con paciencia las demoras de los demás.
·Tensión crónica:
o Trastornos del sueño
o Pesadillas
o Insomnio
o Hacerse pipí en la cama
o Terrores nocturnos
o Tendencia a accidentarse
· Dificultad en el manejo de las relaciones interpersonales:
o Deficiencias escolares: problemas de atención, concentración, bajo rendimiento y malas calificaciones, en ocasiones llegando a reprobar el año escolar.
o  Síntomas de angustia:
o Sensación de vacío/desesperanza: apatía y desinterés generales.
o   Sufrimiento intenso: lo que incrementa el sentimiento de desesperanza y la sensación de no ser comprendido.
o   Incapacidad para tener fe: alejamiento o rompimiento con sus creencias religiosas, que frecuentemente se acompaña por sentimientos de impotencia y vacío, así como con la pérdida de confianza en los adultos que lo rodean.
o   Inseguridad
o   Sentimientos de culpa o vergüenza, que los llevan a pensar que la muerte del ser querido es el resultado de algo malo que hicieron o es algo que deben ocultar.
o   Temor ante la muerte: se manifiesta en el miedo que les da irse a dormir, en tener sueño intranquilo o intermitente, preocuparse por la muerte
o   Estar constantemente de mal humor.
En el niño surgen preguntas sobre lo que ocurre después de la muerte. Si presenció el fallecimiento, manifestará sentimientos de vulnerabilidad e impotencia, que deberán ser atendidos por el impacto que provocan. Siempre se debe hablar con la verdad al niño, para que pueda enfrentar la realidad de manera gradual, respondiendo en todas las oportunidades que se presenten ante la tristeza, temor o confusión, teniendo en cuenta su edad y la etapa de desarrollo en la que se encuentra.
El hablar con verdades a medias o mintiendo, confunde más al menor; entre más dudas no aclaradas tenga, mayor grado de ansiedad experimentará, lo que le impedirá la libre expresión de sentimientos y emociones. Es más sano para el niño compartir la tristeza y la confusión, que pretender negarlas. Los niños son capaces de enfrentar la realidad cuando se maneja en forma simple, cuando se les explican las cosas de manera que puedan entenderlas, aclarando sus dudas y temores, permitiendo el reconocimiento de sentimientos dolorosos como algo natural.
Algunas personas piensan que es necesario proteger a los menores de experimentar una pérdida, sin darse cuenta que se les esta impidiendo expresar su dolor. Se olvida que ante la muerte de un ser querido, los niños tienen las mismas necesidades de desahogo y de ser confortados que los adultos, por lo que les beneficia participar en las actividades relacionadas con este hecho como asistir a la velación, entierro, misas. Es importante que el niño se despida de la persona que falleció. El adiós está relacionado con las creencias personales. Una actitud flexible ante el comportamiento del menor, le da seguridad, consuelo, cercanía y soporte.
Cuando el niño ha enfrentado la realidad, necesita elaborar el proceso de duelo. El apoyo profesional de un tanatólogo animará al menor a hablar de su pérdida, expresándole su comprensión sobre el período de desesperación y depresión que vive a consecuencia de la muerte del ser querido, tranquilizándolo ante la intensidad de sus emociones, ayudándole a aprender a controlar y comprender los orígenes de éstas. Esta atención del profesional o de la persona de su entorno que sea capaz de escucharlo, orientarlo y acompañarlo, sin minimizar sus sentimientos, ni juzgarlo, logra:
·Dar apoyo emocional y práctico, ayudando al niño a trabajar su dolor, sacándolo de la crisis y capacitándolo para restablecer una vida significativa.
·Difundir el conocimiento de la naturaleza de la aflicción y del duelo, por medio de la educación.
No debemos olvidar que aunque sean pequeños y aparentemente no se dan cuenta clara de lo que pasa, los niños siempre viven los duelos por las pérdidas de sus familiares, amigos y hasta de sus mascotas. Por eso nunca debemos de pensar “ya se le pasará”. Los adultos debemos de estar ahí para ayudarlos.



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