jueves, 24 de mayo de 2012

HISTERICOS O ESOTERICOS

Recientemente, el obispo de San Sebastián, Monseñor Munilla y el obispo de La Plata Mons Aguer, levantaron la bandera para decir que hay que tener cuidado con los programas televisivos que nos venden la felicidad a través de los astros. Posiblemente todos los hemos visto alguna vez en un ejercicio de zapping televisivo y la mayoría nos hemos quedado viéndolos durante unos segundos para luego mover la cabeza y pasar al siguiente canal. Cuando uno ve estas cosas, se pregunta cómo es posible que la gente se quede enganchada en ellos, quizá durante horas, oyendo cómo la vida se va a llenar de amor, de salud y de dinero si llamas al psíquico que, en un entorno lleno de imágenes entre religiosas y esotéricas, parece tener la certeza de con sus palabras penetrar los entresijos del futuro.

Hablando de este tipo de programas, Monseñor Munilla decía que se alimentan de la frustración, miedos y el vacío interior de las personas y que la oferta televisiva nocturna bien parece responder a las tres heridas morales principales de nuestra generación: la desconfianza, la desfiguración del amor y el narcisismo. Lo llamativo es que una sociedad racional, educada, superadora de mitos como es la nuestra, siga encadenada de esta manera a un modo de concebir la vida tan pueril como el que nos muestran estos programas de televisión. Cómo me puedo creer, con una cierta sensatez, claro, que un señor o señora al que le doy mi fecha de nacimiento me va a decir lo que me depara la vida, cómo me voy a creer, con un asomo de sentido común por supuesto, que unas cartas van a regir mi existencia. A lo mejor el problema está en los seres humanos no queremos ser tan libres, tan responsables, y preferimos que sean otros (los astros, las cartas, el mago...) quienes nos digan lo que va a pasar y así no echarnos la carga de esa responsabilidad. O quizá el problema es que estamos muertos de miedo ante lo que pueda pasar y preferimos saberlo para estar preparados. Lo serio no es que se cumplan o no estas  cosas, de las que ya se reía Cicerón un siglo antes del nacimiento de Cristo, sino que hayamos permitido que sea el miedo lo que nos hace mirar el futuro y no la esperanza. Cuando nació el cristianismo, el Mediterráneo estaba muerto de miedo, los dioses no daban esperanza y los cultos mistéricos sólo daban una vaga respuesta. Sin embargo, los cristianos tenían una certeza, Jesús es el rey de la historia, y por eso no debemos temer, porque estar en sus manos es estar en las manos del Amor que rige los caminos de los seres humanos.

Porque lo único que aseguran los televendedores de fortuna es su bolsillo, poniéndonos como cebo las inquietudes, los agobios y ansiedades, la inmadurez, las frustraciones, las angustias, los miedos, el vacío interior, para que les compremos sus palabras vacías. Si te sientes atraído por estos personajes estrambóticos que presumen su cartomancia delante de nuestra ignorancia, recuerda que, después de seguirles el paso, no se habrá llenado tu vacío interior y se habrá incrementado el vacío de tu bolsa. No es de juego, si te sientes atraído  no mires la tele, mira a tu corazón y busca alguien que te de respuestas de verdad, no rituales vacíos. Si te sientes atraído es el momento de cerrar la tele y abrir la biblia, de apagar un aparato y encender tu corazón, en donde de verdad hay luces que no se apagan. Sin duda que un análisis para reorientar la vida, un momento de paz en una iglesia, una serena reflexión de un salmo, serán mucho mejores que una vela prendida frente a una imagen falsamente religiosa. Deja de creer en superchería, empieza a creer en Dios: El ha sido el primero en creer en ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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