Guardiola se va
del Barcelona. Parece mentira que una noticia en si intrascendente, si no fuera
por el peso que los medios de comunicación le dan a este deporte, se convierta
en noticia tan omnipresente. Sin embargo, detrás de toda realidad hay un ser
humano y una experiencia humana, lo que hace que veamos el lado vivo de un
personaje que se ha convertido casi en mito para miles de personas a lo largo
del mundo. Llama la atención la frase con la que Pep explica su renuncia: me he
vaciado. En estas tres palabras queda claro que a veces un hombre ya no puede
dar más y, en su honestidad, tiene que saber dar un paso a un lado, decir que
debe desprenderse de lo que ha sido su vida durante mucho tiempo. Su vida que
no es solo lo que le ocupa durante varias horas al día, su vida que es su por qué
se levanta, que es la imagen que los demás tienen de él, que es el saberse
reconocido, el saber que de uno depende la opinión que los demás pueden tener
en los triunfos y en los fracasos. Pep se ha vaciado, siente que no puede dar
más.
¿Qué es lo que vacía
a un hombre? Fundamentalmente una cosa: el saber que ya no hay futuro. Pep
piensa que él no tiene futuro en el Barca y por eso toma decisiones serias. No
hay futuro cuando ante uno no hay posibilidad de cambio, de mejora, de transformación.
Un artículo deportivo anotaba cinco causas del adiós de Pep Guardiola y las
cinco dejan ver que no había puertas abiertas. Parece ser, según ese artículo,
que ni Pique, ni Alves, ni Cesc son lo que Pep pensaba que podían ser. Cada uno
lo ha defraudado de un modo diverso según esto: uno por una cantante, otro por
dinero y otro por vanidad. Tres grandes pasiones humanas que deshacen la fortaleza
del corazón. Posiblemente el no poder evitar que tres de sus hombres se
dispersen ha fracturado la firmeza de Pep. ¿Y los otros dos motivos? Tienen que
ver con la amistad: uno, Tito Vilanova, su amigo, enfermo, que le hace ver que nadie es todopoderoso. Otro,
Rosell, el actual presidente del club, que considera que Pep, como cualquier otro,
es perfectamente prescindible. A veces el futuro lo cierran las decepciones que
los seres humanos nos damos unos a otros.
Guardiola nos
deja ver que, sin ser perfecto, es un gran ser humano y sobre todo, sobre todo,
es humano. Posiblemente por eso sea más grande. En la cultura moderna, todos
tenemos que ser invencibles, por eso que alguien se quiera mostrar humano como
todos, tiene un mérito especial. Tiene el mérito de decirnos que nunca tengamos
miedo de decir adiós cuando sintamos que ya no podemos dar lo mejor a quienes
queremos, cuando sintamos que en vez de ser motivos de bien, podemos ser
motivos de mal. Si esta lección la aprendieran los políticos, los economistas,
los hombres de iglesia, los empresarios, los… seres humanos, otra sería nuestra
sociedad. Estaríamos siendo conscientes de que en el futuro de la vida de
Guardiola no importan los trece grandes trofeos obtenidos en estos años, sino
el trofeo de su propia honestidad, el trofeo de su propia responsabilidad, el
trofeo de su propia conciencia. Guardiola desaparece de los reflectores,
pero se queda luminoso ante los propios reflectores que son los que de verdad
cuentan para el ser humano. No es la tentación de la fama, ni del dinero, ni de
la soberbia lo que da la felicidad. No son los grandes campeonatos los que nos
hacen grandes, es la certeza de la personal tarea en la vida. Hoy Pep Guardiola
nos dice que en la vida hay algo más que futbol, hay un ser humano que vale más
que cualquier otra copa que uno pueda levantar en un estadio inflamado por la
victoria.
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