miércoles, 18 de abril de 2012

BENEDICTO 85+7

Mañana jueves se cumplen siete años del inicio del pontificado de su santidad Benedicto XVI. El pasado lunes el papa cumplía 85 años, una edad avanzada que lo coloca entre los tres pontífices que han ejercido a mayor edad el supremo magisterio de la iglesia. Ante todo esto, me llama la atención que un hombre a esa edad todavía este en activo y en qué modo.  Con una actividad semanal muy exigente que le lleva a tener discursos, audiencias privadas y públicas, celebraciones litúrgicas, etc. Llama la atención que todo esto lo haga con una gran lucidez  siguiendo un programa muy claro que se ha trazado en su mente. Es un hombre que está al tanto de los diversos retos que se le plantean a la iglesia católica, desde los problemas de libertad religiosa, a los problemas morales que enfrenta con valentía y con claridad. Desde el dialogo con las posiciones más avanzadas de la teología, al intento por moderar a quienes se consideran más papistas que el mismo papa.


Su verdadera personalidad la pudimos experimentar en su reciente viaje a México: respetuoso con todas las instancias: estado, obispos, personas. Claro en sus discursos, en los que llama a las cosas por su nombre, pero al mismo tiempo consciente de cuales son las áreas de su competencia y cuáles son las áreas en las que otros deben pronunciarse. Un papa cercano a la gente, cariñoso, detallista y agradecido con los que se fatigan por su causa, sean estos personal de servicio o simples fieles que aguardan horas para verlo unos momentos. Un papa que en este año ha tenido que seguir afrontando las diversas crisis que con el conjunto de la humanidad atraviesa la iglesia y de un modo especial la crisis de la falta de Dios que lleva a los seres humanos a creerse dueños absolutos de toda la realidad. Una crisis que se hace crisis económica, moral, familiar, política, de respeto a la vida. Una crisis que la iglesia afronta con su palabra y con las múltiples instituciones que pone al servicio de la sociedad.

En su discurso de despedida de México, en Guanajuato nos dejó uno de los rasgos más importantes de su pontificado: la preocupación porque cada ser humano descubra que tiene un papel importante en la vida de los demás, por eso dijo lo siguiente: En estas circunstancias, aliento ardientemente a los católicos mexicanos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder a la mentalidad utilitarista, que termina siempre sacrificando a los más débiles e indefensos. Los invito a un esfuerzo solidario, que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos. Para los católicos, esta contribución al bien común es también una exigencia de esa dimensión esencial del evangelio que es la promoción humana, y una expresión altísima de la caridad. Por eso, la Iglesia exhorta a todos sus fieles a ser también buenos ciudadanos, conscientes de su responsabilidad de preocuparse por el bien de los demás, de todos, tanto en la esfera personal como en los diversos sectores de la sociedad.

Esta vocación a asumir la propia responsabilidad es algo que él descubrió cuando la providencia de Dios le pidió asumir la Sede de Pedro. Aunque él se quería retirar a escribir, el Señor le llevó donde él no quería y tuvo que encontrar lo que Dios, la iglesia y la humanidad pedían de él en ese momento. A lo largo de estos años, ha sabido ser firme, claro, respetuoso, y, sobre todo, ha sabido llevar adelante una iglesia que él sabe que no es suya, que le ha sido confiada y a la que tiene que servir con amor creativo y fiel. Eso a los ochenta y cinco pesa mucho, y pesa más hacerlo tan bien como él lo está haciendo. ¡Felicidades Benedicto XVI!

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