¿Cómo nos hacemos dignos de algo en la vida? ¿Qué nos da derecho a algo en la vida? Estas preguntas marcan muchas relaciones que tenemos con las cosas, con la vida, con las circunstancias. Otra pregunta mucho más comprometida es ¿quién es digno de una persona? Las lecturas de este domingo nos responden con mucha claridad: nadie tiene derecho sobre nadie. Pensar que tenemos derecho sobre los demás es reducirlos a una cosa, a un objeto del que podemos disponer a nuestro antojo y sobre el que podemos decidir como nos de la gana. Un comportamiento así tiene muy serias consecuencias. En el evangelio se habla de una ciudad quemada y de un invitado expulsado. Porque algunos se creyeron que se lo merecían todo y otros pensaron que podían responder con indiferencia a los dones recibidos. La principal consecuencia de sentir que el mundo nos merece, acaba siendo la fractura de una relación que habíamos sido invitados a vivir en un marco de amor de donación. Las relaciones (con Dios, con los demás) no se rompen solo por la agresión, también se rompen por la indiferencia, por el desprecio de los dones recibidos. Como nos enseña el video de Aladdin, no basta con ir por la vida vestido de príncipe, de sultán o de visir, para decidir el destino de la princesa Yazmín, porque ella no es un premio que se gana, porque ella no quiere ser dada, ella quiere entregarse de modo auténtico. Pero eso Aladdin no lo entiende, y busca jugar con la verdad en su relación con Yazmín, a base de impresionar, deslumbrar, seducir, sin entender que, lo que Yazmín quiere, es alguien sincero, cercano, genuino y si no, es mejor que se tire por el balcón, porque ciertamente no entrara en su corazón, por más que reciba los consejos de un genio simpatíquisimo. Buen domingo
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