miércoles, 5 de octubre de 2011

ESTRES O ESTRUCTURA

¿Alguna vez hemos sentido estrés en nuestro trabajo? Para quienes vivimos en las ciudades del “Rápido y Furioso” es una experiencia natural. Una encuesta mostraba que los más afectados por el estrés eran jóvenes entre los 25 y los 40 años de edad. ¿Por qué el problema del estrés laboral afecta a los más jóvenes que tienen más fuerza, mejor preparación y más tiempo por delante? ¿no debería ser que los más afectados fueramos los que hemos pasado el meridiano de la vida, porque tenemos menos tiempo, menos fuerza, más responsabilidad? Me viene a la mente que posiblemente los jóvenes no enfrenten el trabajo como una vocación sino como una ocupación en la que llenan su tiempo. O que los jóvenes no ven el trabajo como parte integral de su vida, sino como un intermedio entre una y otra pachanga. O que los jóvenes carecen de la estructura interior para un trabajo, que implica sacrificio, fortaleza de voluntad, constancia en las determinaciones, firmeza en los propósitos, tolerancia ante la frustración, paciencia para conseguir los objetivos, esfuerzo para acabar las cosas con detalle y exigencia.


Alguien me dijo una vez que nuestros jóvenes se habían desestructurado y se habían “cascaronizado”. Es decir que no hemos formado a los jóvenes con la fortaleza o el esqueleto interior para enfrentar la vida, pero les hemos enseñado a ponerse guapetones para ir a las fiestas. Les hemos eximido de todo tipo de responsabilidad adecuada a su edad en las tareas de la casa o de la colaboración con los padres y luego les queremos exigir las virtudes que nunca les inculcamos. Por eso a veces aparece el estrés que afecta el ritmo de vida de la gente, el desempeño laboral, porduce agotamiento emocional y sentimiento de incapacidad, que desembocan en enfermedades como la depresión, hipertensión, infartos, diabetes e incluso adicciones como alcoholismo y tabaquismo. O sea que el panorama es intranquilizador.


¿Se puede hacer algo? Creo que sí. Creo que la tarea fundamental empieza en la infancia y adolescencia cuando los papás tienen que ser conscientes de que los hijos no se crían ni abandonados ni reprimidos, sino con el sano equilibrio en el que se encauza y potencia la personalidad del joven en sus inicios. Después vendrá la época en que hay que darles responsabilidades según su edad y desarrollo, más allá de la escuela. Responsabilidades que les enseñen a decir NO a cosas que les gustan, para decir SI a cosas que deben hacer. Responsabilidades que les enseñen a ser constantes, a enfrentar el fracaso, a tener la satisfacción del trabajo terminado. Así, cuando la vida los lleve a tomar decisiones propias, lo harán con los cimientos bien puestos, podrán mirar de frente los retos del trabajo, como las constantes exigencia del jefe, el compromiso que tiene el empleado con su labor, la percepción de que no hay recursos materiales suficientes, la tensión para conservar su empleo, los horarios más allá de las ocho horas, la necesidad de poner límites a las exigencias para no comprometerse a algo que sale de sus posibilidades cumplir. Con una adecuada estructura interior se podrá ordenar la vida entre el trabajo exigente y el descanso necesario, entre el desempeño profesional y la enriquecedora relación con los demás, entre los momentos de tensión y los momentos de relax. Es posible que llegue a ser necesario en ciertos casos acudir a especialistas que apoyen en esta tarea. Pero al final sólo construyéndose por dentro se podrá enfrentar un reto al que nadie escapa.

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