miércoles, 5 de octubre de 2011

COMPARTIENDO: EL MUNDO DE STEVE JOBS

SI QUEREMOS CONOCER UN POCO MAS A ESTE HOMBRE QUE ACABA DE MORIR DESCUBRIREMOS COSAS INTERESANTES EN ESTE EXTRACTO DE UN ARTICULO QUE CARLOS MANUEL SANCHEZ ESCRIBIO HACE UNOS DIAS EN ABC DE ESPAÑA


Ahora que el cáncer amenaza con vencerlo definitivamente, el dueño de Apple se concentra en lo que más le importa: sus hijos y su mujer, Laurene Powell, Una economista de Stanford que logró atisbar bajo el espíritu feroz de Steve Jobs al niño adoptado, confundido, que no tenía claro quiénes eran los suyos. Esta es su historia.  Una corriente de ternura imanta a esa pareja. Están solos lo que dura ese instante. Y, mientras dure, son indestructibles. La mejilla de la mujer es sanadora. Y la derrota del hombre no es más que aceptación. La derrota estaba cantada desde hace tiempo. Ocho años. Steve Jobs llevaba desde octubre de 2003 luchando contra un cáncer de páncreas. «Mi médico me recomendó entonces que volviera a casa y pusieron orden en mis asuntos, lo que significa: prepárate para morir. Significa que debes decirles a tus hijos, en unos pocos meses, todo lo que planeabas decirles en diez años. Significa que te asegures de dejarlo todo listo porque debes despedirte». Pero Jobs no estaba dispuesto a rendirse. Es una persona de espíritu feroz. Lo saben bien sus empleados de Apple y sus competidores. Y tan orgulloso como para pretender curarse un cáncer haciendo dieta, despreciando el potencial del enemigo, como intentó al principio. …  Entretanto siguió alumbrando maravillas: iPhone, iPad, iCloud... Finalmente, este agosto pasado, a los 56 años, llegó la hora de poner en orden sus asuntos. Dimitió como presidente ejecutivo de Apple.  Se refugió en su familia. Porque es un hombre de familia, cuya privacidad ha defendido como un caballero templario. Y Laurene Powell Jobs, su mujer, es la guardiana del castillo. Solo ella supo serenar al soñador con tendencia a desquiciarse. Vio más allá de las filias y fobias que despertaba. Y no le pareció ni un iluminado ni un déspota. Porque Laurene percibió al niño adoptado, confundido, que no tenía claro quiénes eran los suyos hasta que ella apareció en su vida. Se conocieron en la universidad de Stanford. Jobs había sido invitado a dar una conferencia y se fijó en aquella estudiante de sonrisa contagiosa que lo escuchaba concentradísima. Intercambiaron teléfonos, pero él tenía una cena de negocios y se despidieron al salir de clase con el vago compromiso de quedar en otra ocasión. Unos minutos más tarde, Jobs se lo pensó mejor: «Estaba en el aparcamiento, con la llave del coche en el contacto, y pensé que si esta fuera la última noche de mi vida preferiría mil veces pasarla con esta mujer que en una reunión de negocios. Así que salí del coche, crucé corriendo el aparcamiento y le pregunté si quería cenar conmigo. Dijo que sí, fuimos paseando hasta el centro y hemos estado juntos desde entonces», recordó. …  Laurene, que ha cumplido 47, es diez años más joven que él. Pero le aportó la pizca de sentido común que le faltaba al visionario. Por ejemplo, que incluyese el pescado en una dieta vegetariana tan estricta que llegó a alimentarse solo de zanahorias.
Laurene es una economista brillante. Estudió dos carreras y un máster. Trabajó como analista de inversiones para Merrill Lynch y Goldman Sachs. Nunca ha querido vivir a la sombra de su marido. Montó una empresa de alimentación enfocada a la agricultura biológica y pertenece a la dirección de Achieva, una organización que proporciona becas a alumnos sin recursos. Es una defensora de la ley Dream, un proyecto que pretende otorgar la ciudadanía a estudiantes sin papeles que hayan llegado con sus padres a EE.UU. siendo menores de edad. … Para Jobs, multimillonario desde los 25 y con una fortuna estimada en 5500 millones de dólares, el dinero nunca ha sido una motivación. …  Llegó a trabajar en Apple por un salario anual de un dólar (aunque sus acciones le reportaban 44 millones). «Tanto dinero me causa hilaridad. Es la cosa menos valiosa de mi vida», dijo. Es alérgico a la ostentación. Y la residencia familiar de Palo Alto (California) es un templo del minimalismo. … Laurene y Jobs tienen tres hijos: Reed Paul (20 años), Erin Sienna (16) y Eve (14). Han sido su consuelo en los momentos sombríos. Desayunar con ellos en el porche o conversar mientras el sol de la tarde calienta su rostro, su último placer. Conserva hasta el final su sentido de humor. Como en 2008, cuando la cadena Bloomberg publicó por error su obituario. «Los rumores sobre mi muerte son muy exagerados», bromeó, citando a Mark Twain.
… «Quiero ser un buen padre. Es a lo único a lo que aspiro. Me gustaría ser tan bueno para ellos como fue mi padre conmigo. Pienso en ello cada día de mi vida», confesó. Cuando Jobs habla de su padre, se refiere a su padre adoptivo, al que idolatraba. Fue dado en adopción al nacer y criado por un matrimonio de Silicon Valley: Paul Jobs era maquinista en una fábrica; Clara, contable. …
Su familia biológica es otro cantar. Steve Jobs es hijo de Abdulfattah John Jandali, un ciudadano sirio, y de Joanne Simpson. Estudiaban en la universidad. Ella se quedó embarazada y, presionados por el padre de Joanne, decidieron dar al bebé en adopción. Sin embargo, meses más tarde se casaron y tuvieron una niña, Mona Simpson, que hoy es una escritora famosa. Esta vez decidieron quedarse con su hija, pero Jandali abandonó a su familia al cabo de cuatro años. …  Jobs recuperó el trato con su madre y mantiene una relación estrecha con su hermana, que escribió una novela inspirándose en él. «Nos llamamos por teléfono cada dos o tres días y es una de las mejores amigas que tengo en el mundo». Pero con su padre fue inflexible. No quiso saber nada. Jandali, a sus 80 años, le pidió perdón a través de la prensa hace unas semanas. «Tengo la sensación de que el tiempo se acaba. Aunque solo nos pudiéramos ver para tomar un café, eso me haría muy feliz. Pero Steve no contesta mis correos».
Paradójicamente, el propio Jobs vivió una situación parecida en la universidad. Tuvo un romance con Chris-Ann Brennan, a la que dejó embarazada de una niña, Lisa. Pero se negó a reconocerla, creyendo que no era suya. La madre lo demandó y Jobs juró ante un tribunal que él era estéril y se negó a pagar la pensión. Lisa fue criada con ayudas estatales para madres solteras hasta que Jobs se sometió a una prueba de ADN que confirmó su paternidad. La niña ya tenía siete años. Desde entonces pasó largas temporadas con su padre. Hoy tiene 33 y es escritora. «Recuerdo a mi padre conduciendo, muy callado. Yo me sentía segura con él. Siempre he lamentado el momento de bajarme del coche». ....
«Jobs siempre aspiró a ser inmortal, se vio a sí mismo como Ghandi o Luther King, y se encomendó a la inmortalidad de las máquinas», escribió un biógrafo. Pero no hay nada más perecedero que una máquina. Su legado quizá sea su desbordante capacidad de sorprenderse a sí mismo y a los demás: «La muerte es el mejor invento de la vida. Desde los 17 años, cuando me miro al espejo, me pregunto si lo que voy a hacer hoy lo haría si fuese el último día de mi vida».
Carlos Manuel Sánchez

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