lunes, 20 de junio de 2011

¿DONDE ESTAS, PAPÁ?

Llega el día del padre en casi toda América y los mensajes de felicitación llenan la red, hay todo tipo de eventos culturales, deportivos, para recordar a los papás. Una reciente estadística del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en México reveló que cerca del 40% de los hogares carece de padre y la causa fundamental de esto en las zonas rurales mexicanas es la migración indocumentada a EE.UU. Lo grave es que hace catorce años era solo el treinta por ciento. La ausencia del padre se está produciendo por un triple origen. Por un lado hay una ausencia cultural, al dejar un alto porcentaje de los padres el trabajo educativo de los hijos en manos de la madre. Por otro lado, el actual ritmo laboral tampoco permite mucha presencia del padre en las actividades normales de la familia, convirtiéndose muchas veces en un ausente presente. Y en tercer lugar, en muchos hogares la ausencia es absoluta por la migración. Esto no es solo propio de México, pues datos semejantes se perciben en otros países latinoamericanos y con porcentajes muy semejantes, por ejemplo en Argentina subió del 18 al 26 por ciento.


Esto nos lleva a reflexionar sobre lo que puede estar generando la falta de padre en nuestra sociedad, pues hay estructuras, formas de ser, actitudes, que son más difíciles de formar cuando no hay la presencia de un padre en la casa. La ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares (Juan Pablo II). Por desgracia, a veces la ausencia se debe a la muerte. Pero en este caso, la madre asume con un heroísmo digno de aplauso ambos roles. Lo malo es el otro tipo de ausencia. La ausencia que nace por permitir que las responsabilidades laborales absorban de tal modo, que el padre acabe por desentenderse de las responsabilidades domésticas. La ausencia que nace por carecer de la suficiente fuerza emocional para manejar los problemas interiores de los hijos. La ausencia que nace de acomodarse en el papel de padre proveedor, sin exigirse la donación de la propia persona en el hogar. Todas estas ausencias son por no comprender la paternidad con todas sus consecuencias en el hogar.


La paternidad no es solo un don físico. Ser padre es ser consciente de que hay personas que nos han sido entregadas para llevarlas, en la medida de las propias  posibilidades, a una plenitud humana, espiritual y social. Y en esta misión se es insustituible. De la misma manera que hay un compromiso para establecer, mantener y hacer crecer el vínculo conyugal, debe darse un compromiso para llevar a cabo con solicitud y corresponsabilidad la educación de los hijos. Aun cuando se tenga la responsabilidad del trabajo fuera del hogar, esto nunca podrá ser un motivo que disgregue a la familia. La gran tarea del padre es dar cohesión y estabilidad al hogar. Y aunque no hay receta perfecta, esto es algo que cada padre en sus capacidades no puede dejar de hacer. Ciertamente, que las ganas no suplen la ausencia de los casi trece millones de padres que no están en sus hogares por diversos motivos. Pero esa ausencia se puede subsanar, si en el hogar se tiene la certeza de que el padre querría estar con nosotros pero no puede. Cuando en el hogar se respira la indiferencia del padre, nada puede suplir esa sensación. La pregunta al final no es ¿donde está papa? Si no, más bien, ¿papá estas con nosotros?

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