viernes, 13 de mayo de 2011

FATIMA, UN PULSO CONTRA EL MAL


Fátima. Es un nombre que viene del árabe y que significa doncella, joven. Esta localidad portuguesa no era 1917 más que una pequeña comunidad de campesinos. Sin embargo en mayo de ese año algo iba a cambiar. En un lugar cercano conocido como la Cova de Iria (la cueva de Irene) tres niños van a ser testigos de la historia de la presencia misteriosa de María de Nazaret en los albores del siglo veinte. No les quiero contar la historia porque es muy conocida. Les quiero contar lo que creo que Fátima puede significar para el mundo de hoy. Normalmente se asocia a Fátima con secretos apocalípticos, llenos de desastres para la humanidad. A veces también se relaciona a Fátima con los pecadores, el sacrificio, y se le da un aire sombrío a esta manifestación mariana. Si al mensaje de Fátima le damos una interpretación literal, podríamos quedarnos atemorizados, deprimidos. Pero si profundizamos en el lenguaje, nos damos cuenta que María tenía que expresarse en un modo que fuera comprensible para unos niños iletrados y campesinos. La interpretación es necesaria para entender la intención. Esto no me lo invento yo. Lo dice el mismo Cardenal Ratzinger: Me permito insertar aquí un recuerdo personal: en una conversación conmigo Sor Lucia me dijo que le resultaba cada vez más claro que el objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto. La intención de María en el mensaje de Fátima es muy clara: hace falta la oración, la solidaridad espiritual, la fortaleza ante las tendencias que nos hacen peores, pero sobre todo hace falta tener esperanza en la compañía de María en la vida de cada uno.

El mensaje de Fátima no es un mensaje de dolor, sino un mensaje para el dolor, para la fragilidad humana. es el mensaje de que en medio de todas las dificultades de la vida, la victoria no está reservada para el mal, sino para el bien. Fátima es una invitación a que no luchemos solos, a que pongamos a nuestro lado la presencia amorosa de la Madre del Señor que nos ama como a sus hijos. Y esto no es un recurso sensiblero. Es la convicción de una presencia que, desde una dimensión diferente, nos da una certeza presente: mi inmaculado corazón vencerá. Como explicaba el cardenal Ratzinger: «Corazón» significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado » es un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, «ve a Dios».

El mensaje de Fátima va más allá de una imagen de Nuestra Señora. Fátima va más allá de la simple recitación del rosario, como si fuera un amuleto mágico. Fátima va más allá de un mensaje apocalíptico de tipo político para enfrentar ideologías que pudiéramos etiquetar de anticristianas. Fátima no es una amenaza para el pecador, como quien dice: mira la Virgen dijo que te vas a condenar. El mensaje de Fátima es la certeza de que el mal ha sido vencido. Fátima vino a abrir las ventanas de un mundo que se cerraba en la guerra, en la perdida de la visión de lo espiritual, en la depresión de la desilusión, para dejarnos una presencia de consuelo, de solidaridad espiritual, de certeza de victoria sobre el mal.

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