miércoles, 6 de abril de 2011

UN GRAN CORAZON

El sábado pasado, el mundo recordaba la muerte de Juan Pablo II. Un mundo agobiado por la guerra, la pobreza, el desastre ecológico, se detuvo para mirar a quien no tenía armas, ni oro, ni influjos financieros, un anciano que se apagaba en la tarde romana de aquel 2 de abril del 2005. Este mismo hombre será beatificado en menos de un mes, la iglesia lo reconocerá como alguien que supo ir más allá de las propias fragilidades para vivir heroicamente en lo que creía.

Un hombre que luchó porque sus límites nunca fueran más grandes que sus ideales. Juan Pablo II mantuvo sus valores hasta el último momento y ofreció su vida en total desgaste para ser testigo de la fe en la que creía sin recortes. Juan Pablo II tuvo que superar los condicionamientos de su época y buscó romper las barreras de las ideologías, de los sistemas, para llevarles el viento fresco de lo más importante para él y para la iglesia a la que representaba: la dignidad del ser humano. 


El primer día de su pontificado gritó al mundo entero que abrieran las puertas. Y el día de su muerte las puertas del mundo se abrieron para rendirle con respeto, el homenaje de de su veneración. Con Juan Pablo II moría el último gran líder del siglo XX, dejando un legado que tardaremos en comprender del todo. Tenemos que agradecer a Dios que en este mundo a veces tan gris, podemos convivir con hombres y mujeres cercanos, cariñosos, que se meten en el corazón para darnos ánimos, para levantar la cabeza con esperanza, para saber que las dificultades nunca son más grandes que los valores que hay dentro de nuestro corazón.

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