jueves, 28 de abril de 2011

CUATRO DIAS DE AMOR


¿Qué ha significado la semana santa que acabamos de vivir? Esta semana de pascua puede ser un buen momento para detenernos a pensar si lo que hemos vivido en los días pasados ha sido algo trascendente o ha sido una oportunidad más que hemos permitido que se nos escape. Puede ser que hayamos decidido que los días santos iban a ser días de vacación, y no está mal, la pregunta fundamental no es si hemos descansado, sino qué hemos hecho con ese tiempo. Los días de semana santa pueden ser días para desperdiciar, como otros días cualquieras, como si celebráramos el final de la guerra mundial. días de vacacion que no cambian nuestras existencias. El sentido de los días de la semana santa es ciertamente recordar lo que en esos días sucedió, pero porque están cargados de amor para nosotros, porque están cargados del sentido de la vida. Para quienes somos cristianos los días santos no son solo una memoria, como no lo puede ser el día de nuestro nacimiento, o el día de la muerte de nuestro padre o de nuestra madre. Esos días están llenos de nuestra vida misma, sin esos días no seríamos lo que somos en ninguna de las maneras. 


¿Por qué lo que Jesús de Nazaret vivió no es indiferente? Porque mientras los hechos de historia se quedan como congelados en el tiempo, los hechos de amor continúan a lo largo de los años, a lo largo de las distancias. La pascua no es solo un evento que nos cuentan como cuando nos dicen que Aníbal pasó los Alpes, la pascua tiene un sentido especial, porque es para nosotros. Como para nosotros fue la muerte de Jesús en el viernes santo, así para nosotros es la vida de nueva de Cristo en el domingo de la pascua. La muerte de Jesús nos dice que su amor llega hasta el final por cada uno de nosotros. La vida nueva de Cristo, el señor resucitado nos dice que su amor es aún mayor que la muerte, que su amor vence la muerte. Decía Gabriel Marcel que vivimos mientras somos amados. El amor resucitado de Jesús nos dice que nunca moriremos, porque ni siquiera la muerte será capaz de impedir que Jesús nos siga amando. 


El tiempo de la liturgia cristiana produce un efecto curioso, pues a lo largo de ocho días, se vive como si el tiempo no hubiera pasado, como si el día primero fuera de tanto contenido que no le bastan veinticuatro horas porque lo que se celebra es tan grande que hacen falta ocho días para vivir ese día. Esa es la gran alegría de la pascua. La alegría de que Jesús ha vencido, pero no como un guerrero, sino como un enamorado. La alegría de que Jesús vive, pero no como quien alarga el tiempo, sino como quien alcanza la plenitud por encima del tiempo. La alegría de que Jesús es veraz en todo lo que nos ha dicho y en todo lo que ha hecho, pero no como quien impone su opinión, sino como quien nos da la mano con una sonrisa para ayudarnos a caminar sin temor a caer. La pascua es el tiempo más largo del año, para que nos podamos empapar de tanto amor recibido, para introducir en el tiempo diario lo nuevo del tiempo que Jesús nos ha regalado en los cuatro días más grandes de la historia humana, en los cuatro días más grandes del amor humano.

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