martes, 22 de marzo de 2011

LAZOS PODEROSOS

Una de las plagas más serias de nuestra sociedad posmoderna es la presencia de las adicciones. No es la primera vez que un mal está tan extendido, pero quizá por primera vez en muchos siglos las adicciones se consideran como un mal social de estas proporciones. Los números que da la encuesta nacional de adicciones 2008 de México son muy serios pues hablan de un 20 por ciento de los jóvenes del Distrito Federal que han usado la droga. Pero lo más serio es que en esa misma encuesta se muestra que el 12 por ciento de los jóvenes han vivido la droga en la propia familia, sea por el papá, la mamá o algún hermano. Y esto es algo tremendo, pues vemos que la problemática de las adicciones tiene una seria raíz en la situación que se vive en la familia.
Cuando tantos jóvenes se ven expuestos en la casa a la presencia de la adicción, debemos preocuparnos por el hecho de que esa adicción generará en ellos una tendencia a repetir los comportamientos de los padres o de los familiares, a veces por influjo, a veces por rebeldía, a veces por desesperación. Y el problema está en que eso se acaba propagando de generación en generación. La pregunta por la causa de las adicciones es muy variada, pues pueden ser las presiones de la sociedad moderna, pueden ser el afán por estar dentro de algún grupo, pero de lo que no cabe la menor duda es que tiene que ver con la profunda insatisfacción que experimenta el ser humano.
Una insatisfacción que es comprensible en este mundo consumista que te ofrece todo y que engaña diciendo que con todo lo que tenemos vamos a ser felices. Pero enseguida nos damos cuenta de que no es así y que lo único que nos rodea es la soledad. Y precisamente aquí es donde la familia puede ser una maravillosa ayuda en esta sociedad de adicciones. Porque los padres, los hermanos, la familia extensa, tienen la capacidad de dar dos remedios a esta explosiva mezcla de insatisfacción y soledad. La familia puede dar valoración y compañía, estima y cercanía. Para esto no hacen falta ni grandes estudios, ni grandes riquezas, basta con ser familia para poderlo dar. Además la familia tiene en su poder dos armas más. La familia puede ser el mejor ambiente de prevención de la droga y la familia puede ser el mejor ambiente de recuperación de la droga. Porque aunque los programas de sanación sean muy buenos, al final sólo la familia se quedará con la persona que ha sufrido la adicción. Solo la familia la podrá defender de caer de nuevo en las redes que quienes comercian con la vida humana intentarán tender. Solo la familia lo seguirá queriendo como alguien valioso y le dará la compañía necesaria para que no se sienta tentado a orientarse de nuevo a los caminos de la noche de la adicción. Por eso, cada miembro de la familia tiene que volver a sentirse llamado a combatir las adicciones con la fuerza más poderosa, la fuerza de los vínculos de amor que existen entre todos. En este mes de la familia, propongámonos luchar contra las adicciones, propongámonos hacer mejores los lazos de nuestra familia.

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