miércoles, 9 de febrero de 2011

PASES, PATADAS Y ACARREOS, LAS CLAVES DE UN TRIUNFO

Al terminar de ver el superbowl del pasado domingo, algo se me quedó bailando en la cabeza, porque todos los comentaristas decían que el partido se había definido en cuatro jugadas y las cuatro habían sido errores de los Acereros. Por un lado, estaban las dos intercepciones al quarterback de apellido casi impronunciable, Roethlisberger, luego el balón que soltó uno de los corredores y, finalmente, el fallo de un gol de campo. Todos ellos no fueron fallos comunes, que esos los podemos tener cualquiera, fueron fallos que se convirtieron en puntos sumados o en puntos no conseguidos. Y yo me decía que en el fondo eso mismo pasa en la vida diaria.
Todos tenemos errores, nos equivocamos, las cosas no nos salen bien. Pero tenemos que cuidar qué tipo de errores tenemos. Y sobre todo siempre tenemos que pensar que nuestros errores tienen consecuencias. Consecuencias que no siempre podremos prever, las consecuencias que quizá aparecerán en un tiempo más o menos largo, pero seguro que nada quedará sin tener de algún modo una consecuencia. Podemos pensar que las consecuencias son pequeñas, pero cuando todo se suma a lo largo de la vida, nos damos cuenta de la seriedad que tuvo eso que dejamos pasar sin darle importancia. Como cuando no nos fijamos bien y dejamos que la vida intercepte un pase importante, como puede ser que el materialismo tape nuestros valores, o el no dar un consejo a un hijo porque nos lo interceptó la pereza o la comodidad, o el perder el tiempo sin reflexionar que nunca regresa. Entonces nos damos cuenta de que lo que tendría que haber pasado nunca pasó, y vemos lo grave de un hijo perdido en la droga, o de un trabajo del que nos despidieron. O como cuando tenemos el balón en la mano y permitimos que nos lo quiten por descuido, exceso de confianza o por irreflexión, y ponemos en riesgo la vida de otros, o porque manejamos de modo imprudente, o tomamos de más, o no cuidamos nuestro matrimonio. Después solo nos queda llorar lo que perdimos, habiéndolo tenido todo. O cuando con calma podríamos haber metido un gol de campo que, sumado a todo nuestro esfuerzo, nos podría haber dado una oportunidad más en la vida, pero no calculamos bien, no nos empleamos a fondo, y la patada que damos hace que el balón se desvíe, con la consecuencia de que no ahorramos bien el salario que recibimos, no cuidamos las palabras que salieron de nuestra boca, no vigilamos la relación con nuestro cónyuge. Y. en el momento final, solo vemos cómo lo que amábamos se aleja de nosotros sin posibilidad de regreso.
Ciertamente, que Green Bay tuvo mucho mérito en aprovechar las oportunidades que le dejaron los Acereros. Pero al final, este partido me dijo que la vida es un juego de dos responsabilidades. La responsabilidad de no cometer errores pensando que no tendrán consecuencias y la responsabilidad de aprovechar todo lo que la providencia de Dios pone en nuestro camino, para terminar la vida levantando el mejor de los trofeos, la felicidad propia y la de los demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente comparaciòn Padre Cipriano, una buena relfexiòn para la vida diaria y saber que tenemos que estar atentos a la jugada que nos presenta la vida para no perder el juego porque de nosotros depende el ganar o perder.
Que Dios lo bendiga.
Afectìsima en Cristo
Silvia r.