jueves, 3 de febrero de 2011

HOY INVITO A... JUAN MANUEL DE PRADA (CHINAS EN EL ZAPATO)

JUGANDO CON EL LENGUAJE, JUAN MANUEL DE PRADA HACE EL SIMIL DE LO QUE SUCEDE CUANDO A UNO SE LE METEN UNAS PIEDRAS (CHINAS EN ESPAÑA) EN EL ZAPATO Y LA INQUIETUD QUE TENDRÍAN QUE DARNOS (Y NO NOS DAN LO SUFICIENTE) UNA SERIE DE REALIDADES PERSONALES Y SOCIALES QUE SE HAN INCRUSTADO EN EL OCCIDENTE. TODA CULTURA TIENE SUS PROBLEMAS, SUS MANCHAS, PERO LA CULTURA OCCIDENTAL CORRE EL RIESGO DE PERDER SU LIBERTAD PRECISAMENTE POR HABER PERDIDO EL SENTIDO DE LA VERDAD EN LA LIBERTAD. ESTE ARTICULO DEJA CLARO QUE NO HAY QUE SUPRIMIR LA LIBERTAD, PERO TAMBIEN NOS AVISA QUE, SI NO LA USAMOS BIEN, NOSOTROS MISMOS LA ACABAREMOS ELIMINANDO DE NUESTRAS VIDAS. ESO ES MUY MOLESTO, TANTO COMO TENER CHINAS (PIEDRAS) EN EL ZAPATO. UN ABRAZO


JUAN MANUEL DE PRADA
Chinas en el zapato
Columnas / EL ÁNGULO OSCURO
Día 22/01/2011
VIVO, desde hace años, en una calle colonizada por los chinos; una de esas calles del viejo Madrid a las que la incuria municipal y esa vocación alienante hacia el suburbio que está destruyendo las ciudades europeas había convertido en un despojo con sus ribetes de casa de lenocinio. Llegaron los chinos y los negocios que languidecían o estaban chapados volvieron a florecer: se reabrieron las desvencijadas tiendas de ultramarinos, se montaron bazares de todoacién, peluquerías, videoclubes, restaurantes chinos. Es lo mejor que le ha sucedido a mi calle en los últimos años: porque, fuera de la aportación de los chinos, los autóctonos no han hecho sino abrir garitos infectos donde unos jovencitos animalizados se emborrachan sin tino, antes de vomitar en las aceras. Aunque no son los vecinos más joviales y afectuosos del mundo, los chinos son laboriosos y abnegados, abominan del ruido y el escándalo y, en general, han salvado mi calle, librándola del deterioro completo. Intimar con ellos es tarea ardua, casi inabordable; pero algunos hay, sin embargo, que se esmeran por hacer algo más permeable su hermetismo. Con ellos trato de pegar la hebra:
—Pues parece que a Hu Jintao, vuestro presidente, le han leído la cartilla en Estados Unidos, reclamándole mayor libertad y respeto a los derechos humanos.
—¡Libertad y derechos humanos! Me hace mucha gracia la obsesión que tenéis los occidentales con la libertad y los derechos humanos. Os escandaliza que en China no dejen a los matrimonios tener más de un solo hijo; y vosotros, entretanto, abortáis a destajo y no procreáis ni a tiros. Estáis siempre con la tabarra de que en China hay censura; y vuestros políticos, entretanto, se sacan de la manga leyes contra las descargas de internet y amenazan con crear un órgano para sancionar y cerrar los medios de comunicación que les resulten incómodos. ¡Pero si hasta os prohíben fumar, y no tenéis huevos para rebelaros! Estáis mucho más esclavizados que nosotros. ¡Y luego no hacéis más que llenaros la boca con vuestra democracia!
—Bueno, gracias a esa democracia al menos podemos defender ideas que vosotros tenéis prohibidas...
—Sí, es verdad, ideas que, al estar prohibidas, no pueden discutirse. En cambio, vosotros lo discutís todo. Hasta en las cosas más simples de la vida adoptáis posturas ideológicas inconciliables. ¿Y cuál es el resultado? Pues que empleáis todo el esfuerzo en la discusión; y, como vuestras posturas son inconciliables, las cosas más simples de la vida siguen sin solución, después de que las hayáis discutido. Con una sola diferencia: a cada discusión, os odiáis entre vosotros un poquito más, siempre un poquito más. Sois sacos de pus a punto de estallar; y acabaréis estallando, si es que antes no os agotáis por completo. Nosotros tenemos solucionado ese problema: sabemos que hay una línea roja que no podemos traspasar; y las cosas simples de la vida las resolvemos sin tanta politiquería y tanto desgaste inútil. Por eso nosotros vamos hacia arriba y vosotros hacia abajo. ¿No veis que estáis en nuestras manos? Compráis nuestros productos, financiamos vuestra deuda pública, ahora vuestros bancos nos reclaman auxilio, para evitar la quiebra. En unos pocos años seréis nuestra colonia; pero no te preocupes: si os portáis bien, vuestros derechos humanos no correrán peligro. Podréis seguir discutiendo, podréis seguir abortando, podréis seguir emborrachándoos los fines de semana y vomitando en las aceras. ¡No somos tan malos como nos pintáis!

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