lunes, 10 de enero de 2011

LA CUESTA DE ENERO

Enero es un mes que cuesta, porque cuesta empezar todo otra vez, después de las vacaciones, después de vivir pensando en fiestas durante casi un mes gracias al puente Guadalupe Reyes (en México se conocen así los días que van del doce diciembre –la Virgen de Guadalupe- hasta el seis de enero –Día de Reyes-), ahora viene la vida normal. Las escuelas, las oficinas, todo, toma un ritmo no más intenso, pero más pesado por el contraste. La cuesta de enero tiene un tinte económico, porque es pesado tener que pagar las deudas de las fiestas del final del año, o afrontar el inicio del año nuevo con menos dinero porque se acabaron los ahorros. La cuesta de enero es más difícil debido a la falta de ánimo con la que normalmente empezamos lo que no queremos empezar, y que nos hace entrar en crisis porque querríamos quedarnos en la fiesta, sin asumir la responsabilidad de nada. Pero no puede ser.

Los romanos dieron a enero este nombre a causa de Jano, un dios al que se representaba con dos caras mirando hacia lugares opuestos, pues según la leyenda había recibido de Saturno el don de mirar al mismo tiempo el pasado y el futuro. Enero es un mes para empezar, para como el dios romano, mirar por un lado al futuro y por otro al pasado. Mirar al pasado para sacar de nuestros recuerdos lo mejor, lo que vale, lo que nos enseña. Mirar al futuro para poner en marcha lo que queremos llevar a cabo, para sembrar lo que queremos que crezca en nuestra vida, para quitar lo que sobra en nuestra existencia. Con Enero comenzamos un año para mirar hacia delante. Y, aunque el pasado es muy importante, el futuro lo es más, es una llamada a la vida, a dar un paso adelante, a no detenerse.

Pero ¿hacia dónde ir? ¿Basta con seguir las modas? ¿Basta con respetar los manuales e instructivos? quizá esas cosas sean necesarias pero no bastan. Al ser humano le es necesario un proyecto del que es responsable y que va desarrollando en la vida. Una tragedia de nuestro mundo moderno es querer hacernos a todos en serie, siguiendo la misma dirección, los mismos esquemas. Pero porque ninguno aparece de la nada cada año, porque tenemos mucho que nos amarra, hay cosas que tenemos que hacer, como trabajar (porque el que no trabaja que no coma, decía san pablo), respetar reglas de convivencia, ser fieles a compromisos asumidos, forjar la parte que nos corresponde de nuestra comunidad. Pero también cada uno tiene que descubrir su propia identidad, con la libertad de cambiar, poco a poco, hacia lo que quiere ser. Y eso repercutirá positivamente en el compromiso en la comunidad familiar, en la sinceridad en las relaciones con los amigos, en una relación con Dios más profunda, en un mayor empuje en lo que podemos hacer por los demás. La cuesta de enero cuesta, pero es necesaria para poner a prueba la fortaleza de nuestras determinaciones, el valor de nuestros proyectos, la veracidad del amor que decimos tener.

La cuesta de enero se sube mejor cuando se sabe a dónde se está subiendo y porqué se está subiendo. ¿Tú ya sabes por qué comenzaste este año que te abre sus primeras páginas? Una parte la ignoramos porque la marca el transcurrir del tiempo y el tejer de la providencia de Dios. Pero otra parte es la que nuestros pies tendrán que caminar. Como dice el gato de Cheshire a Alicia en el país de las maravillas: si no sabes a dónde vas, cualquier camino te lleva. Subir la cuesta de enero con la seguridad de estar haciendo algo que merece la pena en nuestras vidas, cambia el sudor de estos días en satisfacción de alcanzar las cumbres que buscamos.

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