viernes, 24 de diciembre de 2010

CIERRA LOS OJOS... FELIZ NAVIDAD



Desde los orígenes de los tiempos el hombre ha buscado a Dios, lo ha hecho con mil ritos, lo ha hecho para espantar sus miedos y para satisfacer sus necesidades, lo ha hecho a tientas y con mil desviaciones. Todos los mitos creadores del ser humano, hablan de la iniciativa de Dios, sin embargo entre Dios y el hombre había siempre una distancia tan inmensa que nada la podía llenar. Así Dios podía “vivir” en su cielo, mientras los hombres se movían como hormigas en la tierra. Esto hacía la búsqueda de Dios todavía más angustiosa. Con todo, lo que el hombre no había podido intuir era que Dios lo buscase a él. En el relato del génesis vemos como Dios decide crear al hombre a su imagen y semejanza. Lo que nunca pensó es que Dios pudiera ser como nosotros


Sin embargo, Dios tenía otros planes. Dios fue buscando al ser humano, guiando su camino en la tierra, alentando su sed interior de trascendencia. Y en un momento de la historia de la humanidad, todos esos anhelos de estar cerca de él, se hicieron realidad. La búsqueda se hizo presencia, el encuentro se hizo un rostro humano que nos podía mirar, unos oídos humanos que nos podían escuchar, unas manos humanas que podíamos estrechar. Quien nos buscaba era el mismo hijo de Dios hecho hombre como cada uno de nosotros. Así nos lo describe de modo sumamente hermoso una oración de la iglesia romana: te alabamos, padre santo, porque eres grande y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote solo a ti, su creador, dominara todo lo creado. Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca. Reiteraste, además tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de la salvación. Y tanto amaste al mundo, padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único hijo. El cual se encarnó por obra del espíritu santo, nació de maría, la virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo.


Eso es el tiempo de Navidad. Tiempo que nos invita a la experiencia de un Dios cercano. Tiempo que nos propone hacer la experiencia de un Dios con nosotros. Navidad es un tiempo para volverse a encontrar con un misterio de amor que atraviesa la historia y la eternidad, para hacer presente la eternidad entre nosotros. Cada año, la Navidad nos regala la posibilidad de encontrar a un niño pequeño, que me habla de la grandeza del amor, un niño en silencio que me habla con la elocuencia de la entrega, un niño envuelto en pañales que trae la libertad a mi corazón lleno de cadenas. ¿Esta es mi navidad? ¿La navidad de un encuentro? ¿La navidad de sentimiento inexplicable de ausencia? ¿La navidad de una nostalgia misteriosamente presente? Si en esta Navidad sientes que no estás buscando a Dios. Respira hondo. Cierra los ojos. El te sigue buscando a ti. Feliz Navidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Feliz Navidad querido Padre Cipriano!

Le mando un abrazo y mis mejores deseos,

Ana Rosa