sábado, 12 de junio de 2010

SOPLIDOS DE AMABILIDAD

Oh, la comodidad -la comodidad de la inefable sensación de seguridad con una persona– sin tener que sopesar los pensamientos ni medir las palabras, pero sacando todo afuera de golpe, tal y como es, la paja y el grano juntos, seguro de que una mano fiel lo tomará y lo cribará, conservando lo que vale la pena guardar, y luego con un soplido de amabilidad enviar el resto al viento. (Dinah Craik, 1859)
Los tiempos que corren no son sencillos. La política, la economía, la inseguridad de lo que la sociedad nos puede deparar para el futuro, los miedos de una pérdida de nivel social o económica, la inseguridad de una estabilidad afectiva de cara al futuro, los miedos ante las heridas del pasado que nunca se han cerrado y que siguen hiriendo como alambres de espino a cada movimiento que se intenta hacer para salir de un territorio inseguro. Todo esto y quizá otras muchas cosas atenazan el corazón de los seres humanos, no importa su edad, su condición, su salud.

Parte del problema es el que vivamos en una cultura del alto rendimiento. Una cultura que provoca un estrés capaz de desestabilizar incluso a personas emocionalmente firmes. Cualquier fallo pequeño que podamos tener, una mala elección, un exabrupto inoportuno, una imprudencia inoportuna y de pronto parece que todo lo que has construido hasta hoy es sólo un montón de ruinas a tus espaldas cuando ves que el mundo da un paso hacia delante y te deja tirado al lado del camino.

Todos necesitamos un lugar seguro, alguien que sea nuestra fuente de seguridad, nuestra fuente de veracidad. Necesitamos una relación que nos dé solidez, justo cuando los ataques de situaciones, personas o miedos se hacen mucho más estrujantes a nuestro alrededor. Esto lo descubrimos en los momentos de angustia, de error, de necesidad de misericordia, de necesidad de comprensión de nuestra debilidad. Momentos que reclaman un abrazo sincero y lleno de respeto por lo que cada uno es en verdad.

Confiar en otra persona siempre implica un alto grado de vulnerabilidad y una transparencia que permite ver y mostrar los propios errores. Pero  lo que no necesita es de alguien que, cuando uno le abre el corazón, le eche sal en las heridas. La clave está en cómo respondemos a las debilidades e inseguridades del otro. Una mala respuesta puede romper la confianza. Necesitamos lo que tenemos que estar dispuestos a dar: compasión y comprensión. Actitudes que generan una atmósfera de bienestar, seguridad y confianza. Desde este cimiento se fortalece la relación y nos hacemos más capaces de enfrentar nuestra realidad, las amenazas del futuro y las facturas del pasado. Esto nos lo da quien sopla amablemente en nuestra vida.

1 comentario:

nuri dijo...

PADRE COMO SIEMPRE SUS COMENTARIO SON SOLIDOS Y MUY PROFUNDOS Y LO DEJAN REFLEXIONANADO, YA QUE SE LOGRA HACER CONTANTACTO CON LA INTERIORIDAD,EL ARTICULO DEL MIEDO ME HA DEJADO PENSANDO SOBRE MUSCHAS COSAS QUE ESTAN PASANDO EN VIDA, Y VERDADERAMENTE SIMPRE SENTIDO ESA MANO QUE AUNQUE MIS PIES ESTEN RESBALANDO EN EL LODO, ME ENPUJA Y ME HACE MIRAR HACIA ARIBA, CUNADO SE LEVANTA LA CARA SE ENCUNTRA ESA LUZ QUE CALIENTA, CONFORTA, ANIMA Y HACE VER UN MAÑANA.QUE QPQRTE SIEMPRE ME A ACOMPAÑADO DESDE QUE ERA NIÑA
GRACIAS PADRE CREO QUE DIOS LE MANDO HOY PARA HABLAR CONMIGO Y ANIMARME A SEGUIR ADELANTE PORQUE EL SIMPRE ESTA CON NOSOTROS.
QUE DIOS LO OBENDIGA POR SUS PALABRA. NURIA RODRIGUEZ SEGON