viernes, 16 de abril de 2010

SOBRE LA SABANA SANTA (2) UN ESPEJO DEL EVANGELIO

Desde antiguo, los cristianos quisieron estar lo más cerca posible del Señor Jesús, de ahí nace la misma palabra de Dios, cuando ya no era posible tener ningún otro contacto con la presencia de Jesús en la tierra, más que por la escritura. Los evangelios nacen, en parte, de un afán de dar a conocer una doctrina, pero sobre todo de un interés por dar a conocer una persona. La sábana santa se convierte en un evangelio vivo, plástico, que refleja el misterio pascual de Cristo: Pasión Muerte y Resurrección. En esta segunda entrega de nuestras reflexiones sobre la síndone, dejemos que nos lo cuente el Papa Juan Pablo II:
Para el creyente cuenta sobre todo el hecho de que la Sábana santa es espejo del Evangelio. En efecto, si se reflexiona sobre este lienzo sagrado, no se puede prescindir de la consideración de que la imagen presente en él tiene una relación tan profunda con cuanto narran los evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús, que todo hombre sensible se siente interiormente impresionado y conmovido al contemplarlo. Además, quien se acerca a la Sábana santa es consciente de que no detiene en sí misma el corazón de la gente, sino que remite a Aquel a cuyo servicio lo puso la Providencia amorosa del Padre. Por tanto, es justo alimentar la conciencia del precioso valor de esta imagen, que todos ven y nadie, por ahora, logra explicar. Para toda persona reflexiva es motivo de consideraciones profundas, que pueden llegar a comprometer su vida. Así, la Sábana santa constituye un signo verdaderamente singular que remite a Jesús, la Palabra verdadera del Padre, e invita a conformar la propia vida a la de Aquel que se entregó a sí mismo por nosotros.
El evangelio de la síndone narra lo que sufrió Jesús, en ella quedan reflejados el golpe que Jesús recibió de un siervo del sumo sacerdote, los más de ciento veinte latigazos que cayeron sobre todas las partes de su cuerpo, la corona de espinas que atravesó el cuero cabelludo como un casquete, el destrozo que el palo horizontal de la cruz generó sobre sus hombros, los lugares en que los clavos atravesaron sus extremidades, la emisión de sudor y sangre en la prolongada tortura, la herida del costado que nos deja ver que su corazón estaba inflamado por el esfuerzo. Pero sobre todo nos dejan ver como dice el papa el evangelio, que sobre el dolor tremendo había una paz inmensa. Y esa es la buena noticia (eu-angelion), lo que el hombre de la sábana era en su interior lo hacía capaz de vencer el misterio de la muerte, hasta el punto de dejar en su resurrección el silencioso y sereno testigo de la sábana santa.

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