martes, 27 de abril de 2010

FALLAR O FRACASAR

No sé cual sea la clave del éxito, pero la clave para frustrarse es dar gusto a todo el mundo. (Bill Cosby)
Hoy todo nos habla de éxito. Hombres y mujeres de éxito, empresas de éxito. Sonrisas están que llenan los anuncios, los reportajes, las revistas. Sin embargo, todos los días encontramos otro tipo de historias, las de quienes encuentran problemas de trabajo, dificultades para sacar adelante su hogar, quienes cuentan con angustia si el dinero que tienen será suficiente para llegar a fin de mes, quienes en el horizonte ven difícil mantener el nivel que les permitía la posibilidad de una vida más cómoda. Y aparece una palabra: eres un fracasado, has fallado.
¿Es esto verdad? Puede ser. Puede ser que las circunstancias de la vida no se ajusten a lo que habíamos soñado o proyectado. Sin embargo no siempre las frustraciones implican un fallo. No siempre los fracasos son una derrota. Fracasamos cuando no conseguimos nuestros objetivos. Grandes hombres y mujeres de la historia fracasaron. La lista es grande, desde héroes antiguos como Leónidas de Esparta, a héroes modernos como Winston Churchill en Inglaterra. Ellos perdieron todo en el esfuerzo por alcanzar su objetivo. Pero no fallaron. Siguieron siendo ellos mismos, creyendo en sus valores, manteniendo sus principios.
El problema es fallar. Fallamos cuando no somos congruentes. Fallamos cuando pensamos que nuestra vida tenía sentido en la medida en que éramos capaces de complacer a alguien, según lo que esa persona esperaba de nosotros o lo que creíamos que esa persona esperaba de nosotros. Los demás nos son dados para integrarse en el objetivo grande de nuestra existencia, no para ser motivo de culpa en nuestra existencia. Nuestra persona nos es dada para vernos como una meta maravillosa a la que llegar, no como unas facturas que ir pagando.
Se puede ver el futuro con mayor o menor claridad, con más o menos dificultades, con más o menos soluciones. Podemos pensar que la carrera que nos ilusionaba, o que el trabajo que anhelábamos no llena nuestras expectativas. A veces hay que dejar de lado todo lo que uno tenía, las grandes construcciones que se venían forjando. Eso son fracasos. Pero no podemos dejar nuestros valores, nuestra honestidad, nuestra rectitud de intención, la visión de nuestro ideal. A veces hay que salirse de los caminos que se preveían y cerrar puertas que se hubieran querido mantener abiertas. Eso son fracasos. Pero vivir esperando que los demás nos aplaudan o que nos digan que cumplimos sus expectativas, eso es fallar. No se puede perder el corazón en una avidez que sigue adelante a cualquier precio, que se convence de que lo malo es bueno, o de que lo grave en el fondo no lo era tanto. Eso es fallar. Somos derrotados cuando dejamos de luchar. Con menos recursos, con menos futuro, pero sin permitir que el espíritu se doble.

1 comentario:

Ana Rosa dijo...

Alguien que quiero mucho me dijo una vez: "no somos mejores porque nos aplaudan ni peores porque nos critiquen, somos lo que somos a los ojos de Dios".

Ahí está el éxito: ¿Cómo nos ve Dios? Pues con amor, ¡con infinito amor!
Es decir, somos existosísimos, por la sola generosidad de Él, de nuestro creador.

Me gustó mucho su publicación, ¡saludos padre!
¡Dios lo bendiga!