domingo, 21 de febrero de 2010

ILIBAGIZA

Hace treinta y ocho años en una aldea de Rwanda en África, nacía una niña, a la que su papá le puso el nombre de ILIBAGIZA, que en el dialecto local significa brillante, luminosa y el nombre cristiano de Inmaculada (la que no tiene mancha).
Cuando ella tenía veintidós años, una tremenda oscuridad se abatió sobre su país. Un genocidio, que acabó con la vida de un millón de personas de la etnia tutsi. Immaculee pudo escapar a la matanza en la que murió toda su familia, excepto un hermano. Esto fue posible gracias a que Immaculee, siendo católica y de raza tutsi, pudo esconderse, junto con otras siete chicas, en la casa de un pastor protestante de raza hutu. El las escondió en un baño durante los noventa y un días que duró la masacre. En varios momentos estuvieron a punto de ser descubiertas, pero providencialmente pudieron salvarse. Cuando Immaculee salió de ese cuarto de baño, había perdido la mitad de su peso, a su familia y había oscurecido con el odio su vida.
El camino que siguió para curar el odio y ser más fuerte que la ira que llenaba su corazón, fue el camino de la oración. Ella, como católica, encontró en el rosario la fuerza que iba vaciando poco a poco el odio de su alma. No sólo. A través de la oración, tuvo fuerza para perdonar. De este modo narra la experiencia que dio un giro radical a su vida:
Felicien (el hombre que mató a su familia) sollozaba. Pude sentir su vergüenza. Me miró un momento, pero nuestros ojos se encontraron. Me acerqué, toqué sus manos suavemente, y despacio dije lo que había venido a decir: “yo te perdono”. Mi corazón se calmó inmediatamente, y vi la tensión relajarse en los hombros de Felicien antes de que Semana (el guardia de la cárcel) lo empujase al patio a través de la puerta. Dos soldados cargaron a Felicien por sus axilas y lo arrastraron a su celda. Cuando Semana regresó estaba furioso. “¿qué es todo esto, Immaculee? Ese era el hombre que asesinó a tu familia. Yo te lo traje para que le reclamases, para que le escupieses si quisieras. ¡Y tú lo perdonaste! ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Por qué lo perdonaste?” yo le respondí con la verdad: “el perdón es todo lo que tengo para ofrecer”.
Immaculee hizo de su vida una misión: compartir su historia, para fortalecer a quien tiene que perdonar a alguien en su vida. Así como para dañar siempre hay tiempo, la historia de Immaculee nos recuerda que nunca es tarde para perdonar. Cada uno tendrá un camino diferente para lograrlo. Unos lo podremos hacer a través de la oración, otros a través del esfuerzo por purificar el corazón. Otros lo podremos hacer al ver un testimonio tan poderoso como el de Immaculee
Las ofensas ajenas llenan nuestro corazón de oscuridad, el perdón devuelve la luminosidad que irradia la paz que se ha recuperado. Immaculee hizo de su corazón entenebrecido y sombrío un corazón brillante y precioso, ILIBAGIZA.

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