jueves, 14 de enero de 2010

HAITI: SACUDIDAS AL CORAZON



La tragedia de Haití se nos presenta de un tamaño descomunal. Es como si en en México, Distrito Federal, hubiese de pronto entre cien y quinientos mil muertos, o sea uno de cada cien, o uno de cada veinte. El terremoto de Haití ha sacado a las primeras páginas lo que ya se encontraba reportado en miles de archivos: un país encadenado por la miseria económica con todas sus lacras de enfermedad, desnutrición, baja escolaridad.
Pero Haití no es un planeta que de pronto hemos descubierto. Haití siempre ha estado ahí, con su miseria delante de nosotros. Hoy tenemos que apoyar con lo que podamos, dando unos pesos en las cuentas bancarias o llevando alguna ayuda a los centros de acopio. Pero no nos quedemos tranquilos. Haití seguirá ahí con su pobreza.
Quizá también nosotros tenemos nuestros propios Haití, personas que viven cerca y que son invisibles porque no son interesantes para nosotros, personas enfermas, solas, que viven en la miseria. Qué terremoto espiritual hará falta para que nos movilicemos a ayudarlas, a fin de que salgan del círculo de pobreza en que se encuentran.
A veces la naturaleza del ser humano consiste en ser ciego a lo que es más evidente a sus ojos. No tendrían que hacer falta terremotos para que salgamos de la burbuja de nuestro egoísmo, con la mano tendida al que lo necesita, y así darle las herramientas, para que coma hoy, y para que aprenda a conseguir comida el resto de la vida. Los terremotos sacuden la tierra, el dolor de nuestros hermanos tendría que sacudir cada día nuestro corazón.

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